La absorción en botánica

Las plantas, lo mismo que los animales, absorben los líquidos y los gases con los cuales están en contacto. Los órganos principales de la absorción son las raíces y las hojas, que, como partes recubiertas por un tejido delgado y delicado, se dejan penetrar por los fluidos. Las raíces, a pesar de hallarse por lo común enterradas, experimentan también la influencia del aire, como las hojas, y los demás órganos aéreos. La acción del aire es indispensable a la vida de las plantas; las plantas perecen al cabo de algunos días si sus raíces están rodeadas de una atmósfera de hidrógeno o de nitrógeno; el oxígeno del aire absorbido por las plantas, sirve para formar el ácido carbónico a expensas de la sustancia propia de los vegetales.

La observación diaria pone en evidencia la necesidad de esta absorción; así es que los árboles sucumben muy pronto cuando las raíces ocupan una capa de suelo en el que el aire no llega o no se renueva suficientemente. Los experimentos de Lordat son decisivos: habiendo plantado árboles a diferentes profundidades, vio producirse la vegetación con tanto menos vigor, cuanto que las raíces quedaban más profundas.

Las tierras esponjosas son las más adecuadas al cultivo vegetal: los agricultores lo saben perfectamente, en particular los hortelanos. Las raíces tienen también la propiedad de absorber los líquidos tales como el agua y las sustancias que lleve en disolución; en cambio ninguna sustancia sólida, por fina que sea, puede pasar a través de la superficie absorbente de las raíces. Las sustancias disueltas no son todas absorbidas en proporciones iguales; de donde se deduce que las raíces no son simples órganos de absorción, sino verdaderos instrumentos de diálisis.

Se admitía antes que los órganos de absorción de las raíces eran las extremidades de las raicillas a las que De Candolle daba el nombre de esponjiolas y que consideró como formadas siempre de un tejido tierno y delicado, dotado de una gran facultad absorbente. Hoy se sabe que las extremidades de las raíces están en general protegidas por una o varias capas de células resistentes e impermeables a los fluidos que forman la pileorisa, cubierta que constituye un abrigo protector en el vértice extremo de la raíz.

Cuando se pone en contacto con el agua solamente la porción de la raíz recubierta por esta pileorisa no hay absorción, la raíz se deseca y muere rápidamente; lo mismo sucede cuando toda la superficie no protegida por la pileorisa se recubre por un barniz impermeable. Pero cuando se deja fuera del agua la extremidad considerada como esponjiola, la absorción se verifica por la parte de la raíz que está sumergida en el agua. De modo que la absorción de los líquidos se efectúa por las porciones situadas encima de la pileorisa y probablemente también por los pelos que recubren el tejido tierno de las raicillas.

No solamente por las raíces, sí que también por las aberturas practicadas mecánicamente en los vegetales, éstos absorben los líquidos; así es que la resección de las raíces al trasplantar el vegetal en las operaciones de horticultura, si aquella no es exagerada, no compromete, ni mucho menos, la existencia de la planta; es más, las ramas separadas del árbol e introducidas en tierra, agarran, como vulgarmente se dice, en muchos casos, y los injertos dan resultados en virtud de la misma propiedad. La absorción se activa por la rápida evaporación de los líquidos a través de las hojas en proporción de la extensión superficial y número de éstas, por lo cual en la parte superior de las ramas deshojadas de las moreras y en la de los injertos se dejan hojas en el primer caso, y botones en el segundo para que llamen la savia hacia las partes superiores.
La absorción de los gases y vapores de la atmósfera por las hojas es también una función interesantísima de la vida vegetal.

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