Interpretación de las observaciones astronómicas

Pero no basta ver; es preciso saber interpretar y comprender lo que se ve y en esta interpretación no tenemos más guía que la analogía.

El anteojo ha demostrado que la Tierra es un planeta, nacido muy probablemente como los otros de una porción de la nebulosa solar, formado como sus compañeros por un globo ligeramente achatado, obscuro por sí mismo y rodeado de una atmósfera; tratemos de figurarnos lo que sería la Tierra vista desde lejos; la comparación de su aspecto con el de un planeta podrá indicarnos la naturaleza probable de los objetos vislumbrados en este planeta. Los continentes serán manchas fijas brillantes, los océanos manchas obscuras, los hielos y nieves polares formarán manchas blancas que aumentarán de extensión durante el invierno y disminuirán en el verano; las nubes serán también blancas, pero cambiarán rápidamente de posición y forma. En fin, los fenómenos crepusculares de nuestra atmósfera deberán reproducirse en las de los planetas.

Pero veamos con cuánta prudencia debe aplicarse este modo de razonar, el único, sin embargo, de que podremos disponer: en la Luna veían los antiguos astrónomos manchas brillantes y obscuras, y dieron a las últimas el nombre de mares y de continentes a las primeras. Por fortuna, está la Luna tan cerca de nosotros que bien han demostrado el error las observaciones modernas: los mares no son en realidad sino varias llanuras sin agua; las montañas aparecen con un relieve perfectamente acusado por las sombras que proyectan, y podemos, gracias a la incesante variación de estas sombras adivinar loe más pequeños detalles de la estructura de la superficie lunar. Aquí, caminamos, pues, por terreno firme.

Ensayemos el mismo modo de razonar con Marte, que es el planeta más próximo a nosostros y cuyos detalles podemos leer mejor. En el planisferio de Marte levantado en 1877 por Mr. Schiaparelli se ven manchas obscuras y brillantes y en algunos puntos del planeta se observan ofuscaciones pasajeras, producidas por las nubes; pero ¿a qué se deben las manchas permanentes? ¿Son mares las obscuras y continentes las brillantes? Si así fuese, difiere muchísimo la Areografía de la Geografía, pues los continentes son grandes superficies redondeadas y los mares se reducen por lo común, a estrechos canales, llevándonos en este caso la analogía a una conclusión que parece anular la misma analogía; y no se limita a esto el problema, sino que habiendo estudiado el astrónomo de Milán con toda escrupulosidad la superficie de Marte en 1877, repitió sus observaciones en las oposiciones del planeta de 1879 y de 1881 a 1882, hallando en esta segunda época que el número de casi todos los canales se había duplicado, de modo que en cuatro años cambió de singular manera la topografía del planeta, y en rigor no son cuatro años, sino unos cuantos días los que han bastado para que se produzca el cambio; el 23 y 24 de diciembre de 1879 examinó Mr. Schiaparelli las inmediaciones del canal que ha llamado Nilo, sin notar nada nuevo, y el 26 del mismo mes se había duplicado el canal. ¿Qué son estos canales? Pretenden algunos que se deben al trabajo de un pueblo mucho más adelantado que el nuestro, puesto que Marte es más antiguo que la Tierra en el orden cosmogónico, cuyo trabajo se efectuaría con mayor facilidad que en nuestro planeta por ser en ese otro mundo mucho menor la fuerza de gravedad, de donde resulta que los marcialitas han de ser más corpulentos que nosotros gastando menos fuerza en efectuar un trabajo análogo al que pudiéramos hacer.

Más vale confesar nuestra impotencia que interpretar de este modo lo que nos muestran los anteojos. Si el único modo de razonar en que podemos apoyarnos de tal suerte nos extravía cuando se trata, no obstante, de un planeta tan cercano a la Tierra y con toda probabilidad el que más se le asemeja, ¿qué auxilio podemos pedirle cuando dirijamos la vista a los grandes planetas, Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, cuya densidad es tan débil que apenas podemos comprender que estén formados de materia sólida?

En el hemisferio austral de Júpiter, debajo de las bandas ecuatoriales cuya posición y aspecto cambian a veces en menos de diez horas, siguen los astrónomos desde hace varios años una mancha roja, de enorme tamaño, que conserva una forma casi constante y que al par cambia de sitio respecto a la materia que la rodea, ¿en qué consiste esta mancha? Se ignora en absoluto.

Luego la Astrofísica reducida a la investigación por medio del anteojo es impotente, por desgracia, en gran número de casos: de las estrellas sólo nos indica sus cambios de posición y de brillo; nada nos indica de la constitución de los planetas; muda permanece en la cuestión de la resolución de las nebulosas en estrellas y tan sólo por la hipótesis valiente de W. Herschel se llegó a admitir la existencia de la materia nebular; reducida a este procedimiento de investigación, tenía razón Bessel, y la Astrofísica no merecía ocupar puesto al lado de la Astronomía de posición: necesitaba para ello otros métodos y poco a poco fue conquistándolos.

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