Inexactitudes en los valores de la balanza comercial

Los guarismos que suministra la Balanza adolecen por otra parte de inexactitudes irremediables, tanto en lo que hace a la cantidad, como con relación al valor de los productos que son objeto de las transacciones internacionales. La aduana da como definitivamente importadas o exportadas todas las mercaderías que entran o salen por ella, siendo así que los géneros sufren mermas, deterioros y aun se pierden totalmente en muchos casos, por efecto de las averías, naufragios y numerosos riesgos, que hace correr el transporte, a los que van al extranjero especialmente, porque son de ordinario los que han de atravesar mayor distancia desde que pasan por la aduana hasta llegar al punto de su consignación.

Respecto de los valores, es preciso tener en cuenta al compararlos que se determinan de un modo muy distinto los que corresponden a la importación y los que figuran como exportados: unos y otros se fijan cuando las mercaderías tocan en los puertos y fronteras; mas por lo mismo el artículo extranjero vale entonces no sólo lo que representa su coste, sino también lo que importan los gastos de transporte o flete, seguros y comisiones más el beneficio del introductor, mientras que esos elementos no pueden computarse al valorar el producto nacional que todavía no ha sido gravado con tales gastos; es decir, que las operaciones de importación se estiman cuando ya se hallan casi terminadas, y las de exportación cuando se encuentran en sus comienzos; el producto extranjero valdrá algo más que en la frontera en el mercado interior donde debe consumirse; pero el artículo nacional ha de tener un valor mucho más considerable en el lugar de su destino, que en el momento de pasar por la aduana.

De aquí otro motivo para que las estadísticas comerciales ofrezcan comúnmente un total de importaciones mayor que el guarismo de la exportación, y que comparando la Balanza de dos Estados se vea cuán diferentemente aprecia cada uno de ellos las mismas operaciones: si las aduanas españolas, por ejemplo, dicen que nuestro comercio ha llevado a Inglaterra productos de cierta clase en cantidad como 100 y cuyo valor era de 30 millones de pesetas, la Balanza inglesa dirá seguramente que han entrado en aquel reino procedentes de España, artículos de ese género por una cantidad como 90 y con un valor de 35 millones, y ambas cosas son verdaderas, porque la mercadería ha tenido disminución en el trayecto y su precio ha crecido en el lugar del arribo con relación al que alcanzaba en el punto de partida.

Por eso las naciones conocerán mejor los resultados de su comercio de exportación consultando las Balanzas extranjeras, que no atendiendo a los datos de la propia.

Más todavía: ni las cifras de la importación representan el comercio que hacen con un país los extranjeros y el beneficio que de él sacan, ni la exportación manifiesta tampoco la actividad mercantil que desarrollan los nacionales y las ganancias que obtienen con el tráfico exterior. A menudo la importación se realiza por negociantes del país consumidor, su marina percibe los fletes, sus compañías son las que aseguran la mercancía y agentes suyos los que intervienen en la operación de la cual sólo el artículo es extranjero, y no queda en la nación exportadora más que el precio satisfecho en el lugar de la producción, y al contrario, el comercio de exportación se halla frecuentemente en manos de traficantes extranjeros, para quienes son las remuneraciones a que da lugar el transporte, las comisiones, agencias y el beneficio mismo con que el negocio se liquida.

Según esto, muchos valores que figuran en el estado de las importaciones son en definitiva productos de la industria nacional y otros que se anotan entre las exportaciones constituyen en realidad ganancias que se hacen efectivas en el extranjero.

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