Importancia del abanico en la historia

La importancia social y política de los abanicos ha sido y es extraordinaria, mucho mayor de lo que a primera vista pudiera presumirse.

En Egipto, refrigeradores del aire que había de respirar el Faraón en tiempo de paz; guardianes siempre de las ofrendas sagradas en el templo, de donde alejaban los insectos voladores, eran estandartes en tiempo de guerra y signo de autoridad. Entre los chinos y los japoneses, las personas de ambos sexos usan abanico, y forma parte del equipo una bolsita para enfundarlo.

En China es complemento del vestido nacional, y tanto, que el estuche del abanico, el de los anteojos, la relojera y las bolsas de tabaco y de betel, constituyen insignias de autoridad. En visita de cumplido, todo chino de distinción ha de lucir el abanico en la mano; y, habiéndose propagado mucho la moda de escribir pensamientos notables en los abanicos, cada cual se procura la satisfacción, muy cara a veces, de ostentar en ellos el autógrafo de algún gran personaje.

No hay objeto que haga más papel en la existencia de los japoneses. Los soldados no se ponen en marcha sin tan indispensable adherente. El japonés anota sus apuntes en el abanico como nosotros en la cartera, y con él saluda, como nosotros con el sombrero. El premio concedido a los niños aplicados en las escuelas consiste siempre en algún abanico. En él se coloca la limosna que haya de alargarse a un pobre. Al criminal de alta jerarquía se le anuncia su sentencia de muerte presentándole un abanico ad hoc, y se le corta la cabeza en el momento en que se inclina y extiende la mano para recibir regalo tan poco apetecible. Es, el Japón, personajes de importancia se consagran al estudio del abanico para conocer las reglas a que están sujetos y la etiqueta que les concierne. Todo joven noble en la Corte Imperial del Japón llevo un abanico especialísimo, que difiere en forma y en materia de los del uso ordinario, por estar decorado con hermosas cintas de seda de cinco diferentes colores: rojo-clavel, blanco, verde, negro y amarillo; las cuales, después de rodeado el abanico, rebasan de la mano como unos dos pies, y sus undulaciones y serpenteos producen efectos muy bonitos. Además, el joven que goza el privilegio de llevar esta clase de abanicos, va vestido de colores más brillantes que los demás. En el Japón, el abanico sirve de bandeja, y la reemplaza. Cuando alguien regala algo a otro, es costumbre colocar el regalo en bandejas destinadas a tal uso, cuya altura y cuya forma verían según la jerarquía del donante; pero, caco de no encontrarse bandeja a propósito, está muy bien mirado sustituirla con un abanico, abierto todo cuanto sea posible, con el regalo encima, y presentado a la persona que lo ha de recibir por el lado del clavillo. Los japoneses no usan en todas las circunstancias el mismo abanico: para el baile y el teatro han de ser de una hechura especial; en ciertas ceremonias, las japonesas los han de llevar de madera y con adornos de seda. Los usuales son de bambú y papel, lisos unas veces, y otras embellecidos con sucesos históricos o escenas de los libros poéticos del Japón. También los japoneses, como los chinos, usan los abanicos en vez de álbum, y escriben en ellos versos de amor y sentimiento, y los adornan con sus favoritas flores de melocotón y su montaña de fuego. El campesino más pobre japonés, que en los días de fiesta puede usar solamente el vestido de trabajo, lleva indefectiblemente su abanico en la mano, y por nada en el mundo saldría sin él, pues es de saber que los hombres allí usan más el abanico que las mujeres, quienes a veces lo dejan por otras prendas en favor.

Pero, ¿solamente en China es el abanico una insignia de honor? ¡Oh, no! También lo es en nuestra vieja Europa. Luisa Ulrick, reina de Suecia, fundó en 1774 la orden del Abanico para las damas de su corte; pero permitió a algunos caballeros que entrasen en ella.

Y, ¿hablaremos de cómo un abanico puede ocasionar la ruina de un imperio? El 30 de abril de 1827, en un movimiento de cólera, el rey de Argel dio un abanicazo al cónsul de Francia Mr. Duval, y la consecuencia de semejante arrebato de ira fue la conquista de Argel por los franceses.

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