Impermeabilidad al gas del globo aerostático

De acuerdo a lo que indica la 2° condición:

El aeróstato deber ser inalterable a las acciones atmosféricas e impermeable al gas.

Es evidente que la impermeabilidad de la envolvente del globo es la base del problema de la aerostación; de nada serviría saber dirigir un aeróstato, si al poco tiempo de cruzar el aparato la atmósfera, perdiera su fuerza ascensional a causa de la fuga del hidrógeno, y cayera pesadamente a tierra.

En los albores de la navegación sobre la superficie de las aguas, el hombre, antes de pensar cómo dirigiría su barco, trató da hacerle impermeable; y más adelante, cuando ya flotaba sobre las olas del mar, puso a su embarcación el remo que le empujaba y el timón que le dirigía. Una cosa análoga sucede con la navegación aérea, la primera dificultad que se ha debido vencer es la de la impermeabilidad de la envolvente.

Recorramos los tres reinos de la naturaleza buscando en ellos elementos que puedan resolver este problema.

1° Reino animal: Las pieles son todas ellas permeables al hidrógeno, así como los intestinos de los animales, no se pueden, por lo tanto, empleas en la construcción de globos.

2° Reino vegetal: El cartón tendría grandes ventajas para resolver este problema, no sólo por su módico precio, por la facilidad de su fabricación, por su ligereza, por su solidez, sino sobre todo por su impermeabilidad, pero es muy alterable por la humedad. Los aeróstatos se han venido construyendo, de tela de seda o algodón enlucidos con capas de barniz de aceite de linaza cocido con litargirio. Su inconveniente es no es posible guardarlos porque el gas se escapaba al través de los poros de la tela y el aparato quedaba inservible. Después de muchos ensayos y tanteos, Giffard construyó un tejido sólido e impermeable.

3° Reino mineral: Extraña, a primera vista, la idea de construir un globo metálico; parece imposible que tan enorme masa metálica pueda elevarse por los aires; pero esta duda desaparece desde el instante en que se estudia la cuestión científicamente. Tomemos la fórmula dada por Peclet para calcular el peso que puede levantar un globo, se demuestra claramente, no sólo la posibilidad científica de los globos metálicos, sino la de elevar con ellos grandísimas masas al través de los aires.

En resumen, la cuestión de la envolvente no está todavía resuelta: la que parece más conveniente y la generalmente admitida como la mejor, es la inventada por Mr. Giffard superponiendo hojas de tela y de caucho.

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