Historia del azúcar en caña

El azúcar de caña del propio modo que esta planta, procede de la India y de la China.

Para encontrar la etimología de la palabra azúcar hay que remontarse al tibetano, donde se halla la voz sa-kar, que significa tierra, polvo blanco, y que ha servido de raíz a dicho nombre en todos los idiomas, como lo demuestran las palabras charkara en sanscrito; sakcharon en griego; saccharum, en latín; cheker en persa; sukker en árabe; zucher en alemán; sugar en inglés; sucre en francés, y zuchero en italiano.

De la India pasó la caña de azúcar a la Arabia, la Siria, Egipto y el resto de África, donde fue conocida desde los más remotos tiempos. Humbolt refiere haber visto antiquísimos bustos de porcelana, representando los primitivos trapiches empleados en la India.

En Europa, no fue conocida hasta las conquistas de Alejandro Magno, desde cuya fecha los egipcios comenzaron a efectuar un comercio importante con este producto.

Dioscórides, Plinio el Joven y Galeno le apellidaron sal indica. Teofrasto, Lucano, Séneca y Verrón hablan de la miel dulce y del azúcar producido por la caña indica.

Los primeros cruzados se aficionaron en el Asia Occidental al uso del azúcar, y los venecianos empezaron a introducir el cultivo de la caña de azúcar en algunos puntos de la región mediterránea.

Hacia la mitad del siglo xii, los árabes trajeron la caña dulce de la India oriental y extendieron el cultivo de la caña dulce por el norte de África y mediodía de Europa, siendo cultivada en Chipre, Candía y la Mores, desde donde pasó a Sicilia y Calabria.

Los mismos árabes no tan sólo cultivaron tan rica planta en las provincias española del Mediodía y de Levante, sino que fueron los primeros que establecieron los trapiches, ora movidos por fuerza animal, ora por saltos de agua.

En los comienzos del siglo xv se contaban en el término de Motril catorce fábricas con una producción anual media de 3.400.000 arrobas de azúcar, a pesar de lo rudimentario e imperfecto de los métodos de elaboración empleados entonces.

En las provincias de Malaga, Granada y Almería, así como en toda la costa mediterránea, establecieron los árabes gran número de ingenios. La expulsión de los moriscos trajo en pos de sí la decadencia y casi total ruina de esta importante industria: sólo el pueblo de Motril perdió en menos de dos siglos siete ingenios; decadencia que continuó hasta 1849, en que comenzó su renacimiento.

En 1420, D. Enrique, regente de Portugal, mandó hacer grandes plantaciones de caña de azúcar en la isla de la Madera. España siguió este ejemplo en Canarias durante el siglo xv, por cuya época se efectuaron las primeras plantaciones. Sin embargo, Plinio cuenta que en las Islas Afortunadas (Canarias), se producía azúcar en su tiempo, lo cual, de ser cierto, resultaría que mucho antes que Enrique, regente de Portugal, introdujera la caña en Madera, era cultivada ya en Canarias. Bien pronto tomó en dicha isla el cultivo de la caña algún incremento, elevándose en Palma la cosecha a 4.000 arrobas de azúcar y 58.000 cuartillos de miel.

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