Historia del alfabeto en España

Todos los alfabetos usados en España hasta el presente siglo pueden reducirse a los siguientes: el fenicia, el ibérico y sus variedades, el griego el cartaginés, el romano, el ulfilano, el visigodo, el árabe, el galicano, los de privilegios y de albaláes, el redondo, el alemán, el cortesano, el itálico y el procesal.

Antes de la venida de los romanos se usaron en España la escritura fenicia y la griega en las colonias que estos pueblos respectivamente fundaron en las costas del Sur y de Levante; la ibérica que ya hemos descrito, con sus tres formas, ibérica propiamente dicha, turdetana y bástula, y, por último, la cartaginesa, bien que esta, no muy diferente de la fenicia, dejó poca huella a causa del escaso tiempo que dominó nuestro suelo el pueblo que la importó.

Después de la conquista romana se generalizó en España el uso de la escritura de este pueblo en sus cuatro variedades: mayúscula capital, mayúscula uncial, minúscula propiamente dicha y cursiva.

Los visigodos, al ocupar nuestra Península, traían un género de letra que les era conocida desde el siglo iv y que ha recibido el nombre de ulfilana, y en esta letra debieron escribirse sus códices bíblicos y litúrgicos anteriores a la conversión de Recaredo.

Para sus actas y contratos los visigodos adoptaron la escritura del pueblo vencido, y el alfabeto que lleva el nombre de visigodo no es otra cosa que el romano usado en España después de la caída del Imperio de Occidente.

La invasión árabe vino a producir variedad de escrituras en la Península. Los invasores traían la escritura árabe con cuyas dos variedades, monumental y cursiva, grababan sus inscripciones epigráficas y escribían sus documentos y códices.

En los Estados cristianos de Asturias, León y Castilla y de Aragón y Navarra continuó usándose la letra visigoda hasta la primera mitad del siglo xii.

En Cataluña desde principios de la Reconquista se adoptó la escritura francesa o galicana.

Los cristianos que permanecieron en territorio ocupado por los árabes continuaron usando la escritura visigoda cuyo trazado variaron algo, especialmente en lo referente a las proporciones caligráficas.

A fines del siglo xi y con ocasión de la venida de los monjes de Cluny se introdujo en los reinos de León y Castilla, Aragón y Navarra el alfabeto de origen romano, reformado en Francia bajo Carlomagno y modificado después bajo los Capetos, alternando primero en su empleo con la escritura visigoda y llegando en el siglo xii a usarse exclusivamente.

Son caracteres distintivos del alfabeto francés galicano la tendencia de los trazos a la forma rectilínea, el contraste de los gruesos con los perfiles que apenas están marcados, la regularidad del trazado, la constancia de las proporciones y la falta absoluta de inclinación caligráfica.

La escritura francesa subsistió en toda su pureza desde su introducción hasta mediados del siglo xiii en que dio origen a las letras de privilegios y de albaláes a las cuales sucedieron la redonda, la alemana, la cortesana, la itálica y la procesal.

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