Historia de los autos sacramentales

El auto sacramental puede definirse representación dramática en un acto, la cual tiene por tema el misterio de la Eucaristía. Esta, a lo menos, es la ley constante en los autos de Calderón y sus discípulos, pero en cuanto a los autos del siglo xvi, no siempre reúnen estas condiciones; antes es muy frecuente que no tengan de sacramentales más que el haber sido representados en el día del Corpus.

El primer auto, el más antiguo del cual sepamos positivamente haberse destinado a una fiesta eucarística, no contiene más fábula dramática que la vulgar leyenda de haber partido San Martín su capa con un pobre. No se atina qué relación directa o indirecta puede tener esto con el misterio de la Eucaristía. Sólo en tiempo de Calderón adquiere este género independencia absoluta, y toma caracteres y formas propias.

Claro es, que estas representaciones no pudieron ser más antiguas que la institución misma de la fiesta del Corpus, que en alguna iglesia particular se celebraba antes del siglo xiii, pero que a toda la cristiandad no fue extendida sino por el pontífice Urbano IV en 1263, dando ocasión al maravilloso oficio que compuso Santo Tomás para aquella fiesta. España la introdujo muy luego Berenguer de Palaciolo, que murió en 1314.

Muy desde el principio, en España, a todas las solemnidades propiamente religiosas, a todas las ceremonias litúrgicas que acompañaban a esta fiesta, verdaderamente de alegría, se añadieron ciertos gérmenes de representaciones dramáticas, si bien éstos no llegaron a fructificar durante la Edad Media. A lo menos en Castilla hubieron de ser casi desconocidas las representaciones sacramentales, puesto que no tenemos la menor noticia de ellas anterior a los últimos años del siglo xv y primeros del xvi. Hay, además, un dato para creer que no existían, y es que Alfonso X, en sus Partidas, al hablar de las representaciones que los clérigos podían facer enumera las de la Natividad de N. S. J., la Resurrección, etc., y de ninguna manera alude a las representaciones eucarísticas.

Es más: los cánones de varios concilios del siglo xv, dirigidos a atajar los abusos que ya comenzaban a introducirse en las representaciones escénicas dentro de los templos, no mencionan la fiesta del Corpus entre las demás de que hablan.

No así en Aragón y Cataluña. Tenemos noticias de que la fiesta del Corpus se solemnizaba en la catedral de Gerona con representaciones dramáticas, aunque no parece que tenían relación, a lo menos directa e inmediata, con el misterio de la Eucaristía. Entre ellas se mencionan El sacrificio de Abraham, La venta de José, Las tres Marías, etc.

A principios del siglo xvi encontramos ya en Portugal el texto de una representación sacramental (en el sentido de haberse verificado el día del Corpus), y es el auto de San Martín, de Gil Vicente, compuesto en lengua castellana.

En todo el siglo xvi continuaron los autos: unos (y son los más) anónimos, como muchos de los quo se contienen en el famoso códice de autos viejos de la Biblioteca Nacional; otros de autores conocidos, por lo general muy oscuros, v. g. el tundidor de Segovia Juan de Pedraza, que compuso para una de estas fiestas una especie de Dunza de la Muerte.

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