Historia de los anestésicos quirúrgicos

La intervención quirúrgica, siempre dolorosa, ha impulsado en todos los tiempos a los cirujanos a procurar la insensibilidad de los enfermos durante las operaciones.

Según un pasaje de Benedictus, citado por Casp. Hoffmann, en la época de los asirios era costumbre determinar la insensibilidad comprimiendo los vasos del cuello por medio de una ligadura mediata en los sujetos que debían de sufrir la circuncisión; y un contemporáneo, el médico inglés Fleming, ha comprobado la eficacia de esta práctica, pues comprimiendo las carótidas ha podido producir a voluntad un sueño profundo y tranquilo con anestesia.

En cuanto la compresión cesaba, el sujeto recobraba el sentido en pocos segundos sin molestia y sin recuerdo de lo acaecido durante el sueño. Pero no todos los experimentadores han podido confirmar estos notables resultados.

También los griegos y los romanos intentaron la anestesia quirúrgica. Según Plinio y Dioscóndes, trituraban la piedra llamada Mencis (tal vez carbonato de cal), la trataban por el vinagre y obtenían por su aplicación (muy verosímilmente mediante el ácido carbónico desprendido) la insensibilidad de las partes que habían de incindir. También se empleaba la mandrágora, que en el siglo xvi usaron algunos cirujanos, mezclando su jugo con el opio, la hierba mora, el beleño, la cicuta y la lechuga virosa.

Recientes investigaciones han enseñado que un médico chino administraba a principios del siglo iii de nuestra era, una preparación de cáñamo (tal vez Cannavis indica) que embriagaba y hacía insensibles los enfermos durante las operaciones.

En la Edad Media Guy, de Chauliac, Bruna, Hugues de Lucques y sobre todo Teodoric, se ocuparon activamente de la abolición del dolor para fines quirúrgicos. Teodorico procedía por inhalación, modo de administrar los somníferos anestésicos, indicado ya por Dioscórides.

Algunos siglos más tarde continúa la reputación de la mandrágora. Bodin, Denzonomanía de los hechiceros, 1598, dice que se puede dormir, hasta parecer muertas, a las personas con la mandrágora y otros brebajes narcóticos, como se hace en Turquía con los que se quiere castrar y se practicó en un muchacho del Bajo Languedoc, siendo esclavo y que fue luego rescatado; y que algunas personas no se vuelven a despertar y en otras dura el sueño tres o cuatro días.

Conrad (de Neufchatel) asistió a una desarticulación coxofemoral practicada por Hermann Denme en que la insensibilidad fue obtenida por el opio; y Daurid parece haber obtenido una anestesia completa por el mismo medio en cinco enfermos sometidos a operaciones sangrientas. Juan Bautista Pesta y Alberto el Grande dieron recetas de un soporífero volátil para procurar el sueño y la anestesia.

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