Historia de las investigaciones anatómicas

Cuanto más se progresa en el conocimiento de las primitivas civilizaciones, más remoto aparece el origen de las investigaciones anatómicas.

El Ayurvedas, libro sagrado de los Indos, contiene un sistema completo de Medicina profesado hace 80 siglos por el venerable Dhanvantare y compuesto por Susruta, uno de sus discípulos. Esta obra ha sido traducida del sanscrito por el Doctor Hesser, y en ella se encuentran pruebas de los extensos conocimientos anatómicos de los pueblos de la península indostánica en época indeterminada de su cronología; pero que por lo menos se remonta a mil años antes de Jesucristo.

La Anatomía no alcanza en el pueblo hebreo tan considerable desarrollo.

En la Ilíada y en la Odisea, Homero, si par que la lengua, la religión, la historia, la geografía política de los griegos, refleja, aunque en un término secundario, sus conocimientos en las ciencias, mostrando que la Anatomía no les era desconocida. Malgaigne ha recogido en la Ilíada hasta ciento cuarenta y cinco observaciones de todas clases y no vacila en afirmar que aquel histórico poema contiene una bellísima anatomía de regiones. Homero cita los maleolos, la pleura, las vértebras, la clavícula, el húmero, el fémur, la tibia; describe elegantemente el tendón de Aquiles, emplea la palabra nervio, y no confunde los órganos de este nombre con los tendones; conoce el ligamento suspensorio del hígado, sabe que la pierna está formada por dos huesos; que las vísceras están en el abdomen y los pulmones en el pecho; sabe también que existe el plexo braquial y que de él dependen los movimientos del brazo; que las heridas del cuello son mortales, a su juicio por la vecindad de la médula espinal, etc., etc.

Todos estos conocimientos anatómicos de los antiguos debiánse, en cierto modo, a la casualidad, no a investigaciones científicamente dirigidas al conocimiento de la estructura de los seres.

Los sacrificios sangrientos ofrecidos a los dioses, las heridas de guerra o las producidas en otras circunstancias, la preparación de los animales destinados a la alimentación y los embalsamamientos de los cadáveres en el pueblo egipcio, eran fuentes de nociones anatómicas diversas e incompletas, sin esperanza de llegar a constituir cuerpo de doctrina, hasta que se abriera el libro de la naturaleza, que es el cadáver, sin otro objeto que el de conocer su composición y el orden de sus partes.

Desgraciadamente la superstición religiosa, tomando la forma de respeto a los despojos de la muerte, se oponía esta vez, como tantas otras, al conocimiento de la verdad privando a la especie humana de sus beneficios.

De esta suerte Hipócrates, nacido 460 años antes de Cristo, no abrió nunca cadáveres humanos. Su libro de los Pronósticos, el Tratado de los humores, el de los Efectos del aire, de las aguas y de los lugares y los de las Fracturas, Luxaciones, Heridas de la cabeza, los Aforismos, etc., no contienen absolutamente nada sobre Anatomía; sólo en algunas obras que con falsedad se le han atribuido, se encuentran algunos detalles anatómicos y éstos llenos de errores y contradicciones.

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