Funciones y organización de las asambleas provinciales

Las principales funciones de estas Asambleas eran: ofrecer sacrificios en el altar de Roma y Augusto, que generalmente estaba en el mismo lugar en que aquéllas se reunían; dirigir peticiones al gobierno imperial, ya por medio del gobernador, ya por medio de legados: el emperador respondía por medio de rescriptos; inspeccionar la gestión del gobernador de la provincia y exponer el juicio que le merecía por medio de votaciones, que pueden compararse con las que nosotros llamamos votos de confianza y de censura; acordar la erección de templos y de estatuas en honor del emperador reinante o de sus antecesores, y disponer que se grabaran inscripciones para honrar la memoria de las personas eminentes; fijar el presupuesto destinado a los gastos del culto, a la construcción y conservación de los monumentos y a los juegos con que se divertía al pueblo.

La organización y manera de funcionar de las Asambleas provinciales se relacionaba íntimamente con el culto. El mismo personaje que presidía la asamblea era el gran sacerdote de Roma y Augusto. Según Boissier, en un principio las Asambleas provinciales no tuvieron otro objeto que el de celebrar este culto.

Poco a poco se fueron arrogando el derecho de enviar diputaciones al emperador para felicitarle con motivo de su advenimiento al trono o de sus victorias, le consultaron acerca de la interpretación que debía darse a ciertas leyes, el emperador les satisfizo, y luego ya se atrevieron a formular peticiones, a inspeccionar los actos del gobernador y a ejercer el derecho de acusación. Palla de Lessert no se aviene con esta opinión, pues hay noticia de acusaciones hechas en los primeros días del Imperio, y hace notar también que los derechos y atribuciones que tenían las Asambleas no estaban bien definidos, puesto que no se conoce ninguna constitución imperial ni senadoconsulto que los estableciera o reglamentara.

Se fundaban sólo en la costumbre, en el prestigio del sacerdos provinciae y en la condescendencia de los emperadores, que las favorecían porque eran casi siempre dócil instrumento del Gobierno y medio de transmisión entre el poder central y los habitantes de las provincias.

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