Fenómenos terminales de la agonía

A toda esta progresión descendente de manifestaciones vitales ponen término dos fenómenos:

Uno es la última y desesperada expiración, otro la última palpitación del noble y laborioso órgano a quien los antiguos llamaron primum viven et ultimum moriens.

Mas aun después que el corazón ha dejado de latir, y que parece que el pecho no ha de volver a respirar, aun entonces es imposible asegurarse que todo ha concluido.

No es raro, en efecto, que 30 o 40 segundos después de haber quedado yerto aquel cuerpo, produzca súbitamente una violenta, ruidosa, horrible inspiración, acompañada de contracciones de los músculos faciales y cérvico-faciales, y a la cual sigue una expiración prolongadísima y horrenda, terminada con profuso rebosamiento de espuma que de la boca cae derramada por barba y pecho.

La primera observación que de esta expiración tardía recogí, fue en un anciano danés octogenario, de privilegiada complexión y ejemplar vida, afecto de catarro crónico. Posteriormente he visto otros hechos análogos, más ninguno tan extraordinario como aquel.

En todo caso, el espectáculo de las postrimerías de la vida es muy triste e imponente: ante él, el médico que no sufre, no es médico; el hombre que no filosofa, no es hombre.

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