Fabricación de abanicos

Actualmente se fabrican abanicos de todos precios, desde 5 céntimos, y aun menos, hasta 5 000 duros. En Cantón, Su-chu, Nankin y Hang-chu, venden los fabricantes chinos abanicos cuyas varillas son de bambú bruñido y barnizado, con dos países llenos de abigarradas flores y mariposas imposibles, al precio de una peseta la docena. En París, las casas de Duvelleroy y de Aubery los expenden desde 5 céntimos hasta 25 000 francos. En España, la de Coloridas, en Valencia, con sucursales en Madrid, Sevilla y Málaga, los fabrica desde 50 céntimos hasta 500 pesetas; mas los precios exceden con mucho esta cantidad, cuando en el varillaje o los padrones, o en el país se ponen adornos peregrinos o letreros de piedras preciosas en conmemoración de fechas, o de triunfos artísticos interesantes para la persona a quien el abanico va dirigido: todavía el precio aumenta cuando los países ostentan obras de arte de nuestros más distinguidos acuarelistas: los de 50 céntimos, en verdad, considerado el precio, parecen tan imposible de fabricación. Las casas de Viena cambien ofrecen prodigios en los dos extremos de la escala de los precios, baratura y mérito artístico.

El aumento de precio en los abanicos, sobre los correspondientes sólo a cada clase de fabricación, depende de la talla y del calado de las varillas, con especialidad de los padrones, de la materia de los países, cabritillas, sedas, y, por último, del oro, perlas, piedras preciosas y diamantes que los adornan; pero, a veces, sobre materiales de no muy elevado coste se admiran verdaderos derroches de talento artístico en las maravillosas pinturas que adornan los países. Rubens pintó abanicos en el siglo xvi; muchos del siglo pasado ostentan la firma de Wateau; hoy los hay en París con las firmas de Díaz, Gavarni, Lamí, Glaize…. Y cuántos de nuestros más afamados acuarelistas realzan con obras de su ingenio inmortal muebles destinados en su mayor parte a perecer por descuido o por pasión.

El centro de producción más considerable es aún China: Francia ya compite con el Celeste Imperio, y no deja de ser importante la fabricación austriaca. España casi se basta a sí misma, y aun exporta; pero, aunque la producción acreciese; no dejaría de ser considerable la importación de China, de Francia y de Austria, en virtud de los gustos y hábitos adquiridos.

La exportación hace entrar en París unos 15 millones de francos anuales. El mejor mercado está en las Américas, pues, tanto en el Norte como en el Sur, las mujeres son muy apasionadas por los abanicos, si bien varían mucho los gustos de unas y de otras: las norteamericanas solicitan el género tal como la moda lo impone en París; pero, las mujeres del Sur, siempre están por los colores vivos, llamativos y hasta chillones, y por pinturas interesantes amorosas y dramáticas.

Las casas de París estudian todos los gustos y sostienen artistas especiales que los satisfagan.

En la fabricación corriente se aplica el principio de la división del trabajo; y, gracias a las ventajas de semejante organización, los abanicos inferiores, después de pasar nada menos que por 15 manos diferentes, pueden salir a la venta en 5 céntimos. La casa española de Colomina, en Valencia, cuenta can una maquinaria especialísima para la construcción de los padrones y de las varillas, para su calado, para las incrustaciones y para el plegado de los sectores anulares; y, además, tiene establecido con tanta inteligencia el principio de la división del trabajo, que ha podido obtener premios en Exposiciones universales donde también los obtenían Duvelleroy y Anbery.

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