Evolución de la acuarela en la historia

Este género de pintura ha existido siempre, aunque se ignore que procedimientos empleaban los antiguos para hacer los colores: acaso los dispondrían en pastillas como las que se usaban hasta hace algunos años, las cuales se desleían de la misma manera que las barras de tinta de China sobre una paleta de porcelana, mojándolas en agua por uno de sus cantos.

Hoy ya no se usan sino en forma gelatinosa, encerradas en tubos como los colores preparados para pintar al óleo, lo cual proporciona al acuarelista grandes ventajas y ahorro de tiempo. Los pinceles que se emplean son de pelo de tejón, y debe cuidarse que sean de buena calidad, es decir, que tornen bien el agua, para que los mayores, destinados a extender el color con igualdad en los grandes espacios, recorran toda la superficie del papel sin quedar enjutos.

La acuarela no es aplicable a obras de grandes dimensiones; sin embargo de que por los adelantos modernamente introducidos en la fabricación del papel y de la cartulina, se producen hoy acuarelas que merecen el nombre de verdaderos cuadros. Antiguamente sólo se aplicaba en pequeña escala.

Tampoco se producían con ella obras de grande efecto y de tonos vigorosos, porque se creía que el procedimiento no se prestaba a obtenerlos: los recursos técnicos eran escasos, y el acuarelista se contentaba con una aproximación a la realidad, puramente convencional, que recordaba en cierto modo la antigua iluminación.

Pero en nuestros días se han dado en este género de pintura pasos tan gigantescos, que ya las acuarelas rivalizan en efecto por su entonación y tamaño con los cuadros al óleo de los grandes coloristas.

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