Embotellado, conservación y añejado de aguardientes

Los aguardientes finos que se quieren conservar perfectamente libres de la acción de las sustancias que las maderas contienen y que ya quedan indicadas, se envasan en botellas, bien tapadas y lacradas, las cuales se colocan boca abajo y en un sitio fresco a fin de evitar la dilatación que el calor podría producir en el líquido, ocasionando a veces que salte el tapón o que se rompa la botella.

Los alcoholes y aguardientes finos así conservados, no adquieren ciertamente el sabor y tonicidad que presta la madera, pero se evitan en cambio pérdidas de aroma, mermas por evaporación y rebajamiento de grado. Se consiguen todas las ventajas tomando primeramente el líquido alcohólico envasado en madera buena y embotellándole después.

Los locales donde se almacenen los barriles o vasijas que contienen los aguardientes, deben estar dispuestos de manera que sin estar muy aireados, experimenten las influencias de la temperatura ambiente, y las vasijas no deben estar cerradas herméticamente, ni tampoco llenas del todo con el líquido alcohólico. De este modo los aguardientes envejecen más pronto y adquieren sus propiedades más recomendables para la mesa, a consecuencia de la acción del oxígeno, lo que no sucede tan pronto y eficazmente si los barriles se mantienen llenos y a temperatura invariable.

Hay que vigilar mucho estos almacenes para estar seguros de la solidez de los barriles, y de que no hay pérdidas de líquido o evaporaciones que puedan producir funestas consecuencias, como son incendios, explosiones, etc.

Cuando, por una causa accidental cualquiera, el aguardiente torna un color negro o pardo, se le decolora colándolo con 100 a 500 gramos por hectolitro de negro animal lavado.

Los aguardientes ácidos o ásperos se tratan con dos o tres gotas de álcali volátil por litro, y 100 a 500 gramos de carbonato de potasa o de magnesia por hectolitro, si el primer tratamiento no bastara.

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