El realismo de la escultura en el arte español

Si de algún país pudiera temerse que se apegara demasiado a la escultura realista, sería de nuestra España, donde en todo tiempo han manifestado amor a lo real en la iconografía sagrada, así el pueblo como los artistas consagrados a labrar imágenes para los templos, pintadas y aun vestidas con telas más o menos ricas.

El poder de esta natural inclinación se manifestó no hace muchos años en un escultor de gran mérito, D. Ponciano Ponzano, el cual, a pesar de haber estudiado muchos años en Italia el antiguo, y de haberse allí saturado en las grandes máximas de la estatuaria clásica, griega y romana; después de haber predicado con sus doctrinas y su ejemplo el culto al grande arte de Fidias, cayó en los años postreros de su gloriosa carrera artística en ese escollo del realismo, al ejecutar para un magnífico enterramiento que existe en el templo de San Lorenzo del Escorial, la estatua orante de la Infanta D. a Luisa Carlota de Barbón. En esa estatua remedó las habilidades de la encajera, del platero y del diamantista, diseminando galas y joyas por el traje y el tocado de la augusta persona efigiada, y recordamos que cuando tuvo esta obra expuesta en su estudio, el público de Madrid acudía en tropel a contemplarla, y todos, así la gente culta como la ignorante, se hacían lenguas ponderando las maravillas que en su paciente servilismo de imitación había realizado aquel alucinado apóstata del arte más grandioso y austero por su esencia.

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