El maltrato a los asnos

En España hay la costumbre de adornarlos con borlas, rosetas, campanillas, gualdrapas de colores, collares y otras mil chucherías, pensando el amo, sin duda, que con esto el asno está más satisfecho y orgulloso; esto sin embargo, no le impide que por el más leve motivo, y aun muchas veces sin ninguno, le apalee de la manera más brutal y cruel y le haga trabajar sin descanso.

Hay que añadir a lo dicho, que el alimento del asno en España es, por regla general, escaso y muy malo. La misma suerte tienen los de la mayor parte de los países de la América del sur, particularmente los del Perú. Allí, como en España, el asno es el ser más desgraciado y atormentado del mundo y el animal común de carga. Tiene que llevar piedras, madera para la construcción de las casas, agua para el menaje y otras cargas, en fin, todo aquello que el hombre, demasiado perezoso para llevarlo por sí mismo, ha menester. Además de la carga que lleva el pobre animal, se pone el zambo encima de sus ancas administrándole cruelmente una lluvia de palos.

Para que se vea que no hay exageración al decir que en el Perú es donde el asno sufre peores tratos, no hay más que recordar un proverbio peruano que llama a Lima el cielo de las mujeres y el infierno de los asnos. Pero no se debe culpar a los americanos por esas costumbres, sino a los españoles que las han llevado.

En los demás países tampoco suele ser muy bien tratado. En Egipto todo el mundo se cree con derecho para hacerle su esclavo, y es tan común, que no es raro ver que los mendigos tengan también su asno. Montan en él para que les conduzca al sitio en que han de pedir; una vez allí le sueltan para que vaya a pacer por el campo de Dios y luego vuelven a montarle cuando quieren regresar a su casa. En ninguna parte del mundo se montan tanto los asnos como en Egipto donde son necesarios para las comodidades de la vida, empleándolos como aquí los coches de alquiler. Como es de suponer, el asno de Egipto no recibe mucho mejor trato que el de España.

Donde suelen ser mejor tratados es en el norte y centro de Europa y aun en estos puntos puede suponerse el trato que recibirán por las siguientes palabras de un célebre escritor alemán. “El asno doméstico — dice, refiriéndose a los de Alemania — ha degenerado de tal modo, que en nada se parece ya a sus antecesores. Es más pequeño, su pelo ha perdido el lustre y sus orejas son mayores y mas blandas: el valor se ha convertido en terquedad, la ligereza en lentitud, la vivacidad en pereza, la prudencia en estupidez, el amor a la libertad en paciencia y el brío en resignación a los golpes”.

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