El fin de la alquimia y el comienzo de la química

A fines del siglo xvi, los datos de esta clase que se habían ido acumulando, llegaron a ser numerosísimos; por virtud de ellos mismos y del progreso en los demás ramos del saber, las ideas y los conceptos acerca de las leyes naturales fueron haciéndose más claros, más concretos, más conformes con la realidad de las cosas, y entonces fue cuando muchos alquimistas, renunciando a los prodigiosos descubrimientos tras los cuales había corrido la humanidad, contuvieron sus vuelos y se dedicaron sencillamente a aumentar los conocimientos positivos, a relacionarlos unos con otros y a sacar de todo ello el mayor provecho posible.

Figuran entre los iniciadores de esta reforma Van Helmont, Glauber, Kunckel, Boyle, Mayow, Federico Hoffmann, Wencel, Richter, Beoquer y Stall, el autor de la teoría del flogístico.

Llegó después con el fin del siglo xviii, el fin de la alquimia.

Los trabajos de Prestley, Cavendish y Dalton en Inglaterra, de Scheele en Suecia y de Lavoissier en Francia, dieron a conocer la existencia y naturaleza de los cuerpos más importantes para el conocimiento de los fenómenos químicos; como son el oxígeno, el hidrógeno y el cloro; los experimentos de Lavoissier y de Schule dieron a conocer la composición del aire y los de Cavendish la del agua, con lo cual se desterraron una porción de errores y se encontró la explicación racional de la mayor parte de las transformaciones químicas, entró en vías racionales la fisiología animal y vegetal, la higiene, la agricultura y otras muchas ciencias de aplicación, se adquirió la noción de los cuerpos simples y las leyes de la formación de los compuestos.

La alquimia había muerto; pero apareció la ciencia química, con sus leyes, sus generalizaciones, sus procedimientos de análisis, etc.

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