El espíritu literario árabe en España

Más adelante, a la sombra del califato de Córdoba cuya corte recordaba el fausto oriental, se desarrolló de una manera inconcebible el espíritu literario en España. Su fundador Abd-er-rahmán fue constructor y poeta: compuso versos a una palmera que le recordaba su suelo natal; y mandó echar cimientos a la mezquita de Córdoba. Los sucesores de este príncipe Hixem, y Al-Hacam, fueron improvisadores; últimamente, bajo Abder-rahmán II, Al-Hacam II y el ministro de Hixem II, Almanzor, alcanzó el zenit de su carrera en España el astro de la poesía y de la cultura científica de los árabes.

Abd-er-rahmán III, el primero que tomó en Al-Andalús el nombre de Emir-almumenin, esto es, príncipe de los creyentes, prestó a este título en las márgenes del Guadalquivir el mismo esplendor que brillaba a las orillas del Tigris. En su tiempo Córdoba fue celebrada como capital de la cultura, abiertas madrisas y dotadas con esplendidez escuelas. Eligió para maestros y ayos de los príncipes a literatos de primer orden, dando ejemplo de tan insigne hospitalidad para con los letrados que mandó construir para alojar al sabio de Fez, Muhamad B-Abda-llah, un palacio en cada una de las estaciones que había desde su país natal hasta Córdoba, con cuyo motivo edificó 30 palacios de valor de 1.000 dinares de oro cada uno.

Sus hijos, los príncipes El Casseim y Abdallah, se distinguieron como poetas, compitiendo en todas las nobles artes de la caballería, y su vasallo y maula Aben-Abdi-Rebbihi, esto es, “el hijo del servidor de su señor” recogió en su obra compilatoria El-lcd, o sea, el Collar, apreciables noticias relativas a la historia y poemas antiguos arábigos, sobre las cuales ha llamado recientemente la atención con sus extractos el erudito francés Fresnel. Emulo de los mas cultos de su época, su ilustrado sucesor Al-Hacam, sostuvo la gloria del trono de su padre, y si Abd-er-rahmán III se halla en Occidente, como protector de las letras, a la misma altura que Harún-ar-Raxid, su hijo no se muestra menos notable que Al-Mamón.

Ningún príncipe ha protegido tal vez con más cariño las letras y las ciencias que el erudito Al-Hacam II. Habiendo recibido durante su infancia la enseñanza de cuatro grandes letrados, halló durante el largo reinado de su padre una indemnización a su alejamiento de los negocios públicos en 20 años de estudios; y como él mismo era poeta, ordenó un Dignan en veinte partes, a que dio nombre tomado de los más sublimes y bellos de la naturaleza. Cuando a los 44 años subió al trono, continuaron señoreando su ánimo la ciencia y el arte, y el amor a los libros, que había satisfecho según sus facultades de príncipe, obtuvo más grandes manifestaciones.

Hasta aquel tiempo se habían hecho notables en la historia del Islam un gran número de bibliotecas; tales fueron las de Abo-Nasr, la de Sabur B. Erdixer, la de Abul-Guefá, la de Aben-Selema, la de Guaquidi, la de Muhammad B. Hosein, etc., pero a todas superó en obras importantes la grande del palacio de Meruán en Córdoba, que la afición de Al-Hacam aumentó a 600.000 tomos, en la cual reuniera las obras más preciosas de los países de Asia y África en todos los ramos de la ciencia.

A la manera que un siglo antes había enviado Al-Mamón a todas las regiones del Oriente y del Occidente, comisionados para la compra de libros envió Al-Hacam letrados a Egipto, Siria, Irak y Persia a comprar manuscritos de obras notables. Para facilitar la reunión de obras que apetecía, empleaba gran número de copistas calígrafos de escritura veloz, según necesitaba una copia hermosa o rápida de un libro.

Como descripción de la misma, puede servir aún, según la expresión de Casiri, la obra biográfica de Muhamad B. Jalifa, conocida con el nombre de Fihrist, obra que por el título, el nombre del autor y su contenido, está intermedia entre la de Aben-An-Nedin, el autor de la más antigua historia, de la literatura árabe, y Hagi-Halifa, el gran bibliógrafo que murió en 1041, esto es, en 1631 de J. C.

Natural fue que el amor a los libros, que radiaba desde el trono, se difundiese sobre toda España.

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