El baile y la danza

Según Pellicer, en tiempo de Cervantes se distinguían los bailes de las danzas, dándose esta última denominación a los bailes graves y autorizados, y la primera a los populares y truhanescos; sin embargo, Covarrubias, que escribía por aquella época, no establece semejante distinción.

Hoy llamamos igualmente baile al de sociedad que al popular, y rara vez danza, pues por este último vocablo, más comúnmente usado en plural, entendemos los bailes destinados a festejos públicos, y cuya índole característica consiste en comparsas más o menos lucidas y ataviadas que ejecutan evoluciones más o menos artificiosas y sorprendentes.

Desde luego se ocurre que el baile es tan antiguo como el hombre, por ser, a la par que el grito, espontánea muestra de regocijo, y que su primitiva cuanto rudimentaria manifestación debió consistir en saltos y brincos, muy luego precisados por cadencias y medidos por los compases de un instrumento músico.

El baile y la música, siempre unidos, son partes integrantes de un todo.

En la mayor parte de las clasificaciones de las artes figura el baile como arte secundario, entrando como elemento en la mímica; está unido estrechamente a la gimnástica y sociológicamente considerado, repasando la historia, se ve que ha figurado y aún figura, como religioso rito, como ceremonia mundana de varia significación, como pasatiempo galante y como ejercicio pantomímico o teatral.

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