La idea que del artículo se forma la mente del lector al leer en los textos su definición, y especialmente la que da la Academia Española en su Gramática (1882) cuando dice que “es una parte de la oración que se antepone al nombre para anunciar su género y número, y también a cualquier otra dicción, y aun a locuciones enteras, para indicar que ejercen en la oración oficio de nombres”, no puede ser más errónea, ni más pobre tampoco.

Por esa teoría, si se ve usada la palabra hombre, en un escrito cualquiera, sin ir precedida del artículo EL, se podrá dudar acerca de si pertenece al género femenino o de la hembra; y si se lee hombres, sin ir precedido del artículo LOS, podráse vacilar asimismo sobre si se trata de dos o más, o de uno tan solamente: la conclusión que de tales premisa se sigue, como se ve, no puede ser más terminante.

¡Bastara parar mientes siquiera en que la lengua latina carece, propiamente hablando, de artículos, y en que la inglesa sólo tiene uno, común igualmente a ambos géneros y números, y fijar su consideración en que, sin embargo, ni un latino ni un inglés confunden EL hombre con LA mujer, ni LOS melones con LAS calabazas!

¡Bastara igualmente recordar que se dice EL ala, EL ave, etc., así como que Cervantes dijo EL acémila del repuesto, y Fray Luis de León EL alta sierra, y sin embargo, ni ala, ni ave, ni acémila, ni cata son masculinos!

Concluiremos de todo lo expuesto, que las funciones del impropiamente llamado artículo sólo versan sobre achaque de determinación de extensión; y terminaremos diciendo que, si bien su colocación en el discurso es, por punto general, antes del nombre y del adjetivo, hay casos, empero, en que se intercala entre el adjetivo y el sustantivo, como sucede con el adjetivo todo (todo EL mundo, todas LAS mujeres, y no EL todo mundo, ni LAS todas mujeres) y en construcciones familiares, tales como: Lo hizo con muchísima LA gracia; Descúbrase en ambos LOS lados; etc.

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