El arbitrista en hacienda pública

Se denomina arbitrista a una persona que propone planes o proyectos disparatados o empíricos, para aliviar la Hacienda pública o remediar males políticos.

Achaque es de las grandes dificultades el que todos se crean llamados a entender en ellas, proponiendo algún modo de remediarlas y señal infalible, por consiguiente, de abatimiento en la república el que menudeen los proyectos de regeneración y de mejora. En las épocas normales domina la reflexión y se marcha por los caminos ordinarios; pero en las circunstancias críticas preponderan las imaginaciones y se busca por atajos desconocidos la solución de los conflictos.

Así los arbitristas, es decir, las gentes dedicadas a la invención de expedientes y recursos que sirvan para curar como por ensalmo los males de los pueblos, sólo tienen que hacer o por lo menos sólo son temibles cuando las enfermedades se agravan y los peligros crecen, porque entonces la opinión vulgar, ansiosa de remedios, los acepta todos como buenos y se entusiasma con los más disparatados que se la ofrecen. Arbitristas hay que asoman en las vicisitudes políticas; pero la denominación se aplica de ordinario a los que empíricamente resuelven las cuestiones económicas y sobre todo a aquellos que proponen trazas y artificios con que colmar las arcas del Tesoro público.

Son, en efecto, estos últimos los que hicieron despreciable y odioso el nombre que se les diera, porque solían juntar a lo de ignorantes una buena dosis de codiciosa malicia.

Hubo, sin duda, arbitrista de la mejor fe, que con llaneza y llevado por excelente deseo dijo lo que se le ocurría para salvar de apuros a la Hacienda y a éste sólo puede tachársele de audaz y entrometido; pero el mayor número de ellos buscaba el medro propio so color de la pública conveniencia, y pedía antes que todo favores y recompensas a cambio de sus dislates, o solicitaba ya el monopolio, ya una parte muy principal y bien retribuida en la ejecución de sus recetas.

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