El anteojo en la física

La época precisa del descubrimiento de los anteojos, así como de la persona que lo realizó ha dado origen a muchas controversias, habiendo quien lo ha atribuido a los chinos y japoneses, en tiempos bien remotos; quien ha supuesto se conocían en Europa en los tiempos de Alejandro Magno, y viniendo a épocas y personajes usas cercanos a la realidad, se ha fijado su descubrimiento entre los siglos xiii y xiv, atribuyéndolo los ingleses a Rogerio Bacón (1267), los italianos a J. B. Porta, autor de la Magia naturales (1589), y a Galileo (1615); Descartes a un tal Jacobo Mecio y los holandeses a Juan Hans y su hijo Zacarías, por una parte, y a un tal Laprey o Lippershey por otra.

Hay que aguardar el fin del primer tercio del siglo xix para ver resuelta la cuestión de los orígenes del anteojo, solución que se debe a Van Swinden, profesor de Física de Amsterdam y al profesor Moll de Utrecht; los archivos del Estado han permitido que se restablezcan los derechos reales de cada cual y decidir entre Juan Hans y Zacharias, Laprey y los Mecios.

Ha encontrado Van Swinden una carta de Santiago Mecio a los Estados, fechada el 17 de octubre de 1608, en la que declara que hacía dos años consagraba todas sus vigilias a la investigación de un instrumento que permita aproximar los objetos lejanos, lo que al cabo había logrado; agrega que a su juicio ha conseguido su objeto tan bien como el óptico de Middelburgo, que acaba de dar a conocer un invento semejante; la cuestión pues, parece decidida en favor de los ciudadanos zelandeses.

Un segundo documento encotitrado en el Haya, ha fallado luego entre los otros litigantes; este documento es una súplica de Juan Lippershey, nacido en Wesel y anteojeros de Middelburgo, a los Estados Generales, pidiendo un privilegio o patente de treinta años para su invento. En los papeles anexos al asunto, se ve que los Estados están dispuestos a conceder la gracia sí el autor consigue que el instrumento pueda servir para ambos ojos; posteriormente desisten de esta cláusula y nombran una comisión compuesta de personas procedentes de todas las provincias para decidir sobre el valor del invento de Lippershey.

Se efectuaron los experimentos en lo alto de la torre del palacio del príncipe Mauricio, y la comisión quedó plenamente satisfecha autorizándose al inventor para que construyera por cuenta de los Estados dos instrumentos binoculares, cuyas lentes debían ser de cristal de roca, y por los cuales se le pagaron 900 piezas de oro (gulden): en cuanto al privilegio, le fue negado so pretexto de que estaba demasiado extendido el invento para que pudiera ser eficaz la patente; de modo que el verdadero inventor del anteojo es Lippershey, natural de Wesel y establecido como óptico en Middelburgo, y la fecha del invento puede fijarse con toda certidumbre en 1608.

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