El amor propio

Abraza todos los actos y por extensión todos los objetos que contribuyen a la conservación y complemento del individuo. Comprende el amor el bienestar que dice Malebranche, el desenvolvimiento de nuestro ser como afirma J. Simón, o el deseo de la más alta perfección posible, según Janet.

En tal sentido el amor propio, que no puede identificarse con el necio enamoramiento de sí, atribuido a Narciso por la Mitología, es la base y condición de todo otro amor, y hasta cierto punto contiene (aun cuando la afirmación pueda prestarse al equívoco, confundiendo el análisis psicológico del amor propio con su sentido moral) todo otro sentimiento.

Es indudable que si tomamos el amor propio como la estima que hacemos de nuestra personalidad, sólo en el grado y medida en que nos estimamos (y por tanto nos respetamos), estimamos a los demás.

Ante todo, importa distinguir el amor propio (análisis psicológico) de su posible desviación, que es el egoísmo y al cual refieren algunos el amor de si.

Desde luego el amor propio no es egoísta por naturaleza, psicológica y aun fisiológicamente considerado, puesto que el hombre tiene tanto de individual como de social, y en la sociabilidad complementa y perfecciona su individualidad; así es que el amor propio contiene tendencias e inclinaciones de sociabilidad de simpatía y de abnegación.

El amor propio no está reñido, con el heroísmo y con el sacrificio; antes bien, por violentas interpretaciones del amor propio, por puntillos de honra, que dice gráficamente el sentido común, afronta a veces el hombre el peligro con temeridad punible. Por el contrario el egoísmo supone, o simplemente la existencia del interés individual, prescindiendo de todos los demás, o el cálculo y la reflexión sobre el bien propio y el ajeno, prefiriendo el primero al último. Se llama egoísta al hombre que se ama a sí mismo con exclusión de los demás. El egoísmo es la indiferencia, la ausencia de simpatía a las alegrías o sufrimientos de los demás.

Pero el egoísmo no es el amor propio. Existen hombres que sólo piensan en sí mismos, que únicamente emplean sus facultades en buscar el placer y evitar el dolor, y que tienen, sin embargo, poco o ningún amor propio. Mientras el amor propio se contiene dentro de los límites de una estima moderada y legitima de sí mismo, es un instinto noble y que no merece censuras.

Puede tomar dos formas: la estima de cada cual por sí mismo en cuanto hombre (sentimiento de la dignidad) y esta misma estima como individuo que se compara con los demás, sintiéndose dichoso si se considera igual o superior a ellos, y desgraciado si inferior. Es un instinto favorable para el progreso de la humanidad, pues aun en su segunda forma, que es la más susceptible de desviación, sirve de base al noble sentimiento de la emulación.

Volver a AMOR – Inicio