El alumbrado natural

Los pueblos primitivos se ocuparon muy poco del alumbrado a causa de efectuar casi todas las faenas y trabajos al aire libre en plena luz del día.

El alumbrado de las viviendas fue desarrollándose al compás de las necesidades de la vida interior. Desde entonces data la construcción de ventanas, claraboyas, galerías, etc., por donde la luz penetraba en las habitaciones. Primeramente las ventanas se abrieron sobre los patios interiores de las casas y puede decirse que hasta el siglo xii no empezó a introducirse la costumbre de abrir al exterior ventanas, galerías y miradores cuyas formas y dimensiones se han modificado después de mil maneras.

El alumbrado que más se usa es el unilateral, es decir el obtenido por ventanas abiertas en una sola pared; este obliga a limitar la profundidad de las habitaciones, sobre todo las que se utilizan para trabajos fatigosos a la vista, lectura, escritura, dibujo, costura, etc.

Algunas veces se procura una luz abundante por ventanas abiertas en dos paredes contiguas formando ángulo recto; pero esta luz está muy mal distribuida y da un alumbrado defectuoso. Vale más sacrificar un poco de terreno y reemplazar el ángulo por un lienzo de pared o un arco de círculo con dos o tres ventanas muy próximas. Esta es también la forma que se prefiere hoy para las casas situadas en las esquinas de las calles.

El alumbrado bilateral, o sea el obtenido por huecos abiertos en dos paredes opuestas seria insoportable para las habitaciones, pero es un recurso excelente para los salones y talleres, sobre todo si se puede mantener el bajo de las ventanas a dos o tres metros próximamente sobre el suelo; de lo contrario, es necesario tener cuidado de colocar en la parte inferior vidrios bien deslustrados: cuando se usa este género de alumbrado conviene orientar en cuanto sea posible el eje del edificio de Norte a Sur, inclinandolo un poco hacia el Nordeste.

Para alumbrar de una manera abundante y uniforme los anfiteatros y las salas de sesiones de asambleas numerosas, es preferible hacer caer la luz verticalmente a través de un cielo raso de vidrio deslustrado. En las grandes bibliotecas este alumbrado deja las paredes disponibles para instalar las librerías; pero en los museos daría una luz muy viva y produciría sombras y reflejos, por lo cual lo que se hace en estos es abrir en los cielos rasos o en lo alto de las paredes junto a los techos algunos huecos a modo de ventanas con sus correspondientes vidrieras.

Si es evidente la necesidad de una luz abundante, no es menos indispensable el distribuirla con uniformidad, sobre todo en los locales donde el trabajo se hace sin interrupción por espacio de días enteros. Se concibe cuan importante es esta condición para los niños cuya vista es tan sensible a la influencia de la luz; por eso el mejor medio de alambrado natural para las escuelas ha sido siempre, entre médicos y arquitectos, objeto de numerosas discusiones, que sería fácil terminar por una inteligencia común, adoptando el alumbrado bilateral para obtener más claridad a pero tomando más luz por uno de los costados, a fin de darle todas las cualidades de alumbrado unilateral, cuya adopción exclusiva aumenta los gastos de la construcción.

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