El alma y la ley de adaptación al medio

Hay necesidad, además, de tener en cuenta la ley de la adaptación al medio, según la cual se refieren las localizaciones, con un sentido superior al de la Frenología, a células y orden diferencial de células, donde se halla presente todo el organismo.

Así las concibe Brown Sequard, que defiende y experimenta con incuestionable éxito en pro de su teoría, que la localización funcional de las tenidas por facultades anímicas, debe referirse a la célula y orden diferencial de células, que son sustituibles unas por otras, de forma que hay casos en que la presión mecánica de un punto cualquiera del organismo interrumpe una función, y casos en que no acontece así; lo primero por la lesión de aquel orden de células que sirven a la función, y lo segundo por la posible sustitución de las células lesionadas por otras adaptables a la función interrumpida.

También desaparece el sentido mecánico de las localizaciones en el bien pensado trabajo del Sr. San Martín (Revista de España, n. 401, ¿La Psicología es ciencia natural?), donde se lee:

“…admitiendo a lo sumo tendencias localistas funcionales o dinámicas, la doctrina de las localizaciones cerebrales, aun bajo el criterio fisiológico reinante, lucha con los siguientes obstáculos: 1° la sustitución funcional de unos centros por otros; 2° la inhibición o refrenamiento de los centros ya vislumbrados entre sí, que oscurece mucho la designación de un centro cualquiera sobre que se esté experimentando; 3° la incertidumbre regional que la homogeneidad de la sustancia gris encefálica impone a toda localización, la cual se reduce a fijar las zonas o puntos de superficie y espesor variables, pero de límites indecisos (condición que no se observa en ninguno de los órganos del cuerpo, en los cuales todas las zonas actúan del mismo modo); 4° la experimentación de los animales, que consiente muy escasas aplicaciones a la fisiología cerebral humana, como es obvio, y la cirugía, verdadera fisiología experimental del hombre, que sin desmentir todas las localizaciones cerebrales hasta la fecha denunciadas, no puede dar valor decisivo ni a la del lenguaje, que es la más garantida”.

Por mucho que se concretara (más allá aún de donde los experimentalistas ponen su punto de mira) la localización de las facultades, sería ilegítima la identificación entre lo espiritual y lo fisiológico, pues siempre quedará lo específico y cualitativo de la energía anímica, excediendo las conexiones y combinaciones dinámicas de los órganos.

Podríamos a este fin conceder a Mr. Taine (V. L’Intelligence, 2 t.) que está ya practicada la Topografía del organismo y que las exploraciones de la por él denominada Geografía cerebral han obtenido un éxito más completo que las de Stanley y Livingstone en el viejo continente, y después de tales concesiones habríamos de reargüir que el organismo sólo ofrece medios y condiciones para que se manifieste y ejercite la energía anímica, que se repliega a su interior y conserva sus funciones ante la interrupción temporal o definitiva de las conexiones orgánicas que sirven de base a su proceso. De ello son ejemplo los síncopes, las anestesias, los efectos de estos mismos anestésicos y las afaxias temporales.

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