El alma y el cuerpo como unidad

Efecto del dualismo que Descartes establece en la naturaleza humana, al asignar cualidades opuestas y aun independientes al alma (el pensamiento) y al cuerpo (extensión), queda desconocida la unidad del ser humano, sin que se intente restaurarla más que en la hipótesis acosmista (en que se suprime el mundo proclamando la unidad de la sustancia absoluta) de Espinosa, que por revestir principalmente un carácter ontológico, y metafísico, ejerce poca influencia en el concepto psicológico del ser anímico.

Apenas si es necesario consignar razones ni ejemplos, pues abundan a granel los testimonios con que la sana razón común depone en favor de la unidad humana. Así se concibe que, aunque espíritu y cuerpo tienen caracteres distintos, no se hallan separados, sino que sobre su contrariedad y distinción expresamos la unión de alma y cuerpo, toda nuestra personalidad en la palabra Yo, aplicable por igual a lo anímico y fisiológico.

Sólo es posible desconocer tal unión, prescindiendo de los resultados que ofrecen la observación y el análisis o definiendo alma y cuerpo por cualidades incompatibles, que engendran dificultades sin cuento y entre ellas la de que no se formule jamás en términos racionaba el problema de la inmortalidad del alma, que nunca podrá recibir, tal como viene formulado, justificación alguna de la ciencia, ni de la filosofía, sino que habrá de quedar como creencia dogmática o como esperanza del adepto a una religión.

Pero la incompatibilidad, que se tiene por incontrovertible, entre la extensión del cuerpo y el pensamiento del espíritu, es más aparente que real; porque si el cuerpo no piensa, es condición sine qua non, para el ejercicio de dicha actividad y si el espíritu no ocupa espacio, se lo apropia y concibe interiormente en su fantasía.

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