El alma en la mitología romana

Los romanos, siguiendo las mismas creencias, que han sido causa de evidente confusión entre las mitologías de Grecia y de Italia, prestaron culto a los espíritus de los muertos con el nombre de Afanes. Suponían a los Manes hijos de Mania, la tierra, cuyas misteriosas profundidades les servían de morada, la que sólo abandonaban para atormentar a los vivos. Éstos para aplacar a los Manes ejercitábanse en actos de piedad, siendo el más adecuado el llamado devotio.

Como se ve, el concepto del eidolon seguía, aunque elevado por la superstición etrusca a la categoría divina.

En las lapidas sepulcrales latinas se ven al comienzo de los epígrafes las letras D. M. S. que significan Dis Manibus Sacrum: es la invocación acostumbrada a los dioses Manes con que comenzaba todo epitafio.

Los romanos creían, pues, que el alma, inmortal, continuaba viviendo en la morada de las sombras y que de tiempo en tiempo venía a visitar la tumba donde reposaba el cuerpo que había animado, dependiendo su suerte en el otro mundo de los honores que la prestaban sus descendientes.

El origen de esta creencia entiende Wilkins que venía de tiempos muy antiguos, pues se la encuentra en los pueblos de la India y en los de la Grecia. Oreo, dios activo do la muerte, es en el panteón romano lo que Hades en el griego, y el Orco denominaban los romanos al mundo subterráneo donde habitaban las almas, como Hades le denominaron los griegos.

Orco, ya aparece como un guerrero armado que da al moribundo el golpe postrero, ya es el genio silencioso que toca a todas las puertas, o ya demonio nocturno, que revolotea desplegando sus negras alas. Es el príncipe del mundo subterráneo, y como tal, esposo de Proserpina. De la misma manera el barquero Canon de la leyenda griega, era en el mito romano Aquerón.

Al culto de los muertos fue unida la superstición popular, que celebraba la fiesta a los Larves y Lemures, espíritus que perturbaban la razón de los vivos y torturaban a los muertos.

La figura de un ave siguió simbolizando en Roma al alma humana. Unas veces es el Fénix, acompañado de las expresiones Eternitas consecratio, que según la creencia popular tenía el don especial de renacer de sus propias cenizas, bajo cuyo concepto se aplicaba como símbolo de la inmortalidad de alma, símbolo que luego emplearon los primeros cristianos en las Catacumbas.

En las medallas y bajo relieves de apoteosis y consagración de los emperadores, representaban al alma conducida al cielo por el águila y el pavo real, símbolo de Júpiter y de Juno respectivamente.

Por último, algunos mitógrafos consideran como imágenes del alma en los monumentos figurados de la antigüedad clásica, la mariposa y la figura de Psiquis, doncella con alas de mariposa, algunas veces velada como las desposadas, escondiendo una mariposa en el seno, aludiendo al himeneo del Amor y de Psiquis.

Volver a ALMA – Inicio