El aire en la mitología

Las religiones de la antigüedad, singularmente las de origen ario, comenzaron por rendir culto a los diversos elementos de la creación para luego personificarlos en divinidades, siendo una de ellas el Aire.

En el Veda, Indra es el dios del Eter y del Cielo, y el aire está especialmente representado por Vayú, Mataris Wan y Marut: además los Marut son habitantes del aire, contándose hasta 49. En el Brahamanismo, el Rig-Veda, refiriendo la obra de la creación, dice que el señor de las criaturas Pradjapatí, solamente con el pensamiento, separó el huevo en dos partes, de las cuales formó el cielo y la tierra, colocando en medio la atmósfera.

En la mitología fenicia, el dios Baal personifica el aire a la vez que el fuego como elementos activos.

La religión griega, en conformidad con la védica, personificó el aire en Aether y Hemera que en aquella cosmogonía representan la luz de las regiones superiores, y la atmósfera terrestre, respectivamente, descendiendo de Zeus, supremo creador, y de Eros, el amor, quien como en la mitología caldeo-asiria representa el soplo vital, que armoniza y aviva la obra de la creación; eran hijos de Erebos y de Nyx, personificaciones de la oscuridad primordial.

El aire, no ya como elemento sino como agente de ciertos fenómenos que impresionaron la imaginación de loe antiguos, fue objeto de adoración y de culto.

El citado dios indio Bayú representaba el aire y el viento y en el mismo Veda los vientos considerados como bienhechores llevan el nombre de Manuts y son los ministros de Indra; pero así como el aire está considerado en las mitologías como dios del bien, los vientos representan por lo común las fuerzas violentas de la naturaleza rebeladas contra el dios del orden y de la armonía cósmicos; tales son los gigantes, titanes y otros monstruos de la mitología griega, como Tyfaón o Tyfóeoa (el huracán violento), Uni o Equidna (víbora que representa la nube tempestuosa y que recuerda la Ahi y la Vritra del Vedismo), Hydra (la nube pluvial) y el Tyfon, genio monstruoso del huracán, asimilado por los griegos al Set egipcio. La Quimera, hija de Tifón, y las Harpyas, vírgenes del huracán también emparentadas con él, representan conceptos análogos.

Pero la acción violenta de estos monstruos estaba contrarrestada por los vientos regulares, que soplaban de los cuatro puntos cardinales: del Norte Boreas, Notos del Sur, Euros del Este y Zefyros del Oeste; la Piada asigna al último, carácter tempestuoso, y la Odisea, por el contrario, le atribuye un viento ligero que refrescaba con su dulce hálito la llanura del Olimpo.

Las imágenes que de estas creaciones míticas se ven en los monumentos están inspiradas en un antropomorfismo producido por la imaginación oriental. Boreas, en su tipo arcaico, es una figura monstruosa, generalmente de forma humana y con alas de pájaro, como signo de la celeridad de su acción. En la torre construida por Andrónicos Cynhestes, en Atenas, en tiempo de Sylla, estaban representados los vientos, en unos bajos relieves, bajo forma de genios alados con túnicas cortas.

Volver a AIRE – Inicio