El acuario de agua dulce de salón

Están constituidos esencialmente por un receptáculo, cuya forma y disposición puede variar al infinito, según el capricho del poseedor, y las condiciones a que haya de ajustarse.

Dichos receptáculos pueden ser grandes vasijas de cristal, como las que se construyen ex profeso y de elegantísimas formas en Inglaterra y en París, o bien cajones de madera, calafateados, alquitranados y revestidos interiormente de cemento portland, con algunos gruesos cristales en alguna de las paredes laterales; también suelen construirse de arcilla cocida, de barro-piedra, y mejor que de ninguna otra cosa de cartón-piedra impermeable que se presta a maravilla a toda clase de formas, con la ventaja de tener poco peso y ninguna fragilidad.

De cualquier manera que sean, todas las junturas, filetes, encaje de cristales, etc., se cubren con cemento y se extiende sobre éste una capa de betún de fontanero; advirtiendo que todos los ingredientes, metales, barnices, pinturas, etc., que se empleen en la formación de un acuario, han de ser completamente insolubles en el agua.

Arreglado completamente el receptáculo, secos betunes y pinturas, y asentado sólidamente sobre el pedestal o plataforma en que haya de descansar, se llena de agua, que se renueva cada tres o cuatro días, repitiendo la operación por cinco o seis veces, y a la última se tiene cuidado de colocar en el liquido plantas de las que se encuentran en las orillas de los arroyuelos o bien algunas plantas aromáticas como el sándalo, el mastranzo o la hierba-buena, teniendo a la vez la precaución de procurar que los rayos directos del sol alcancen al acuario para que se desarrolle en las paredes de los cristales la vegetación acuática procedente del desarrollo de los gérmenes que flotan en el agua o en la atmósfera.

Pasados así unos quince o veinte días, se quitan las plantas indicadas y se vacía el agua. Se procede entonces a extender en el fondo del receptáculo una capa de arena gruesa y bien lavada, encima otra igual de carbón vegetal y por último otra de arena, construyendo además en los ángulos o en el centro del recipiente pequeñas cavernas o grutas con entrada y salida libre.

Estas grutas se forman con un armazón de madera que se recubre con pedacitos de coke o de piedra pomez unidos con cemento portland, y por último se recubre con una lechada clara del mismo cemento, de modo que compenetre por todas partes y forme toda la gruta un solo cuerpo.

Es también conveniente que en el centro del acuario haya un surtidor que sirve para procurar una corriente de salida de agua que mantenga toda la del depósito en constante circulación y movimiento, lo cual contribuye notablemente a la aireación de la masa liquida.

Este surtidor es muy fácil de obtener con un tubo de plomo vertical que arranque del centro del fondo del receptáculo y que debe recubrirse con un promontorio construido en la forma y manera indicada para las grutas; comunicándose el referido tubo de plomo por la parte inferior con un depósito de agua que esté un poco más alto que el extremo superior del saltador y con su correspondiente llave de salida.

En estas condiciones ya puede decirse que está listo el acuario, y procederse a llenarlo de agua y a colocar las plantas que en él han de vivir al mismo tiempo que la población animal que ha de contener.

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