Efectos fisiológicos del ácido carbónico

Los ácidos orgánicos moderan, como los minerales diluidos, la circulación y la producción de calor, obran como refrigerantes y calman la sed; pero son muy inferiores a aquellos como astringentes y hemostáticos. Los frutos ácidos deben en parte su importancia dietética y farmacológica a la proporción de ácidos libres o combinados que contienen.

El ácido carbónico se asemeja en cuanto a su acción a los ácidos vegetales; las aguas carbónicas tienen sabor acídulo, picante, calman la sed y refrigeran, favorecen la digestión y la diuresis; pero en contraposición con los demás ácidos, el carbónico disminuye la sensibilidad morbosa del estómago y del conducto intestinal y excita moderadamente sus movimientos peristálticos. Si se acumula en gran exceso en el tubo digestivo, se expulsa por eructos; una parte absorbida por la sangre se exhala por los pulmones; de este modo se evita su acumulación en la sangre y los fenómenos de intoxicación carbónica.

El ácido carbónico respirado provoca tos y accidentes de sofocación. En cantidades mayores (baños gaseosos, inyecciones, inhalaciones, etc.), produce opresión, vértigos, náuseas, palpitaciones; y si su acción continúa, convulsiones, pérdida de la sensibilidad general y sensorial, delirio, y finalmente la muerte por asfixia. El ácido carbónico suspende la contractilidad del protoplasma y paraliza la actividad da las células nerviosas; los músculos expuestos a su acción pierden su excitabilidad, entran en rigidez, como bajo la influencia de los ácidos diluidos y desaparece el movimiento fibrilar.

El ácido carbónico disminuye la sensibilidad de los órganos sometidos a su influjo, y los vasos se dilatan por la acción paralizante del ácido sobre sus fibras contráctiles adquiriendo por ello facilidad para las hemorragias. Demarquay hizo observar que disminuía la sensibilidad para el dolor.

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