Efectos fisiológicos de los ácidos minerales concentrados

Los efectos de su ingestión en el estómago se manifiestan inmediatamente.

A su deglución determinan sabor ácido, cáustico y dolores ardorosos a lo largo del esófago; preséntense inmediatamente vómitos intensos y tos convulsiva, con sensación intensa de constricción, a consecuencia del contacto del ácido con la parte superior de la laringe. Basta la penetración en este órgano de una pequeña cantidad para ocasionar la muerte en muy poco tiempo por espasmos y edema de la glotis. Por el vómito, que se repite incesantemente, se arrojan sustancias mucosas de reacción ácida mezcladas con sangre, análogas al poso de café y después hasta fragmentos de la mucosa gástrica. La deglución es muy dolorosa y muy difícil, si no imposible.

La respiración es difícil e irregular; con frecuencia hay hipo y afonía. La sed es intensísima. El vientre está doloroso y meteorizado; hay al principio fuerte astricción o se presentan deposiciones negruzcas por la presencia de la sangre. Los enfermos no orinan; el líquido que evacuan, pasada la intoxicación, tiene reacción ácida y mayor peso específico que la orina normal por la proporción mayor de ácidos combinados con los álcalis, y en la intoxicación por el ácido sulfúrico, con la cal. Algunas veces la orina de las primeras emisiones después del accidente contiene sangre, albúmina, células epiteliales y cilindros fibrinosos.

Las fuerzas se deprimen rápidamente. El pulso se hace pequeño, frecuente e irregular; la piel se enfría y se cubre de un sudor viscoso. La cara, pálida y desfigurada, expresa la angustia y la inquietud indecibles que atormentan al enfermo, lúcido generalmente. Acentuándose la depresión, llega el colapso, un coma profundo y la muerte, a las pocas horas en los casos agudísimos, y de ordinario a los dos tres días. A veces dominan el cuadro fenómenos de disnea intensa y de asfixia debidos a la penetración del ácido en las vías aéreas; otras, fenómenos de peritonitis producidos por la perforación del estómago. En algunos casos la muerte debe atribuirse a la absorción del veneno, a la destrucción de un considerable número de glóbulos rojos y a la parálisis cardiaca.

Cuando la intoxicación no es tan aguda, pueden presentarse inflamaciones y degeneraciones del hígado, de las glándulas renales y de los músculos, por la introducción de los ácidos en el torrente circulatorio. Si los enfermos sobreviven a los primeros efectos de destrucción producidos por el veneno y a los debidos a su absorción, sobrevienen fenómenos inflamatorios con la fiebre de reacción correspondiente. El enfermo se halla entonces sujeto a los riesgos de la supuración de la ulceración y de los cambios anatómicos subsiguientes. La alimentación es sumamente difícil, porque, desprendidas las escaras, quedan en descubierto las ulceraciones de la boca, de la faringe, del esófago y del estómago. Esta dificultad de la alimentación puede por sí sola comprometer la vida del enfermo. La cicatrización de las lesiones suele dar lugar a estrecheces graves de las vías digestivas.

El tratamiento consiste, en primer lugar, en oponerse rápidamente a los efectos destructores del ácido ingerido. El medio más a mano y el indispensable es el agua que debe darse en grandes cantidades para diluir el ácido. Al agua puede añadirse la magnesia hidratada y en su defecto leche, albúmina, jabón, ceniza, creta cualquier sustancia alcalina que haya a mano.

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