Efectos de los aceites grasos en el organismo

Los aceites fijos, según su origen, se dividen en animales y vegetales. Sólo se tratará en este sitio de los que no poseen ningún otro principio activo y que, desde el punto de vista terapéutico, tienen como tipos el aceite de almendras dulces y el de olivas.

Extendidos sobre la piel, por la imbibición y por impedir la salida de los productos acuosos de la exhalación y secreción cutánea, hacen la piel más blanda, más elástica y más flexible y la protegen contra las influencias exteriores.

En fricciones lubrifican la piel, penetran con facilidad en los intersticios del epidermis y en los folículos, y según demuestra la experiencia, son absorbidos en cantidades no pequeñas por los linfáticos y conducidos al torrente circulatorio. Las fricciones extensas pueden moderar los sudores colicuativos y determinar por compensación un aumento en la secreción urinaria, por cuya razón se han empleado en las hidropesías. Las fricciones oleosas mitigan la tensión y la sensibilidad de la piel cuando presenta erupciones; ablandan las pústulas y las costras, y facilitan el despegamiento de las masas concretas de moco en los bordes parpebrales.

Son en estado de pureza completamente inodoros y casi insípidos, debiéndose el olor y sabor que suelen presentar ya a las sustancias que los impurifican, ya a los productos que en ellos se forman por la acción del aire.

Ingeridos en el tubo digestivo, llegan al intestino sin haber experimentado alteración alguna. Ya en él, son emulsionados por la acción del jugo pancreático y en parte saponificados por el mismo. El jugo intestinal y la bilis ayudan a estas transformaciones. Bajo la influencia de los ácidos grasos que han quedado libres y de las sales biliares, las vellosidades intestinales se hacen permeables a los aceites emulsionados, que pasan a los quilíferos y en menor proporción a las venas. Pero la absorción de los cuerpos grasos por el intestino es muy limitada. Si la sangre abunda en estos principios, la grasa de la alimentación es expulsada por las cámaras absorbiéndose sólo una insignificante cantidad. En las intoxicaciones con sustancias acres, los aceites grasos pueden favorecer su absorción, y lo mismo ocurre en las producidas por óxidos metálicos, sus sales y sustancias análogas, que pueden combinarse con las grasas o descomponerlas, limitando de este modo su acción irritante o cáustica.

Constituyen, como las grasas de la alimentación habitual, factores importantes para la formación de los tejidos, para su nutrición y crecimiento y para la producción de calor y movimiento; economizan las demás sustancias alimenticias, limitan la absorción de oxígeno y la transformación de los principios azoados de los tejidos, y disminuyen la eliminación de sustancias minerales por la orina. Ya veremos que estos efectos pueden obtenerse en grande escala con el aceite de hígado de bacalao; siendo menos manifiestos con los demás aceites grasos por las dificultades de la absorción.

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