Distintas denominaciones de la atención

Tiene distintos nombres la atención. Ejercitada espontáneamente se llama curiosidad (ejemplo el niño que es preguntón y curioso); referida a la atención misma y a nuestro interior, toma el nombre de reflexión (atención interior), que continuada se llama meditación y concentración, y que persistiendo de modo exclusivo constituye la preocupación; aplicada al exterior se llama observación (que continuada es aplicación), distinguida después en observación empírica y especulación racional, y si en ella predomina el elemento activo y lo que Naville denomina semilla de toda verdad (la hipótesis), investigación e indagación, y por último contemplación, si es meditación convertida al exterior o se atiende a las manifestaciones de lo suprasensible.

Algunos finalmente señalan lo que denominan doble atención como base para establecer comparaciones (o juzgar) entre dos objetos; pero como toda comparación supone un principio de unidad, la doble atención implica antes una atención simple y unitaria.

Fuerza del talento y con cierto sabor místico oración natural ha llamado Mallebranche a la atención. Este mismo sentido místico-moral da Gratry a la atención, cuando trata del silencio y trabajo de la mañana, pretendiendo terminar el estudio de la Lógica con especie de comentario científico de aquellas frases del Evangelio: “sólo los puros de corazón verán a Dios” y “tienen ojos y no ven, oídos y no oyen”.

Las reglas que dirigen la atención son:

1° Que ha de ser una para tener base y principio de donde proceder.
2° Que ha de ser discreta y ordenada (proceder por partes).
3° Que ha de ser enlazada y continua.

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