Difusión de las bacterias en la naturaleza

Se encuentran en los remansos de las aguas corrientes, en las charcas de aguas estancadas, en los estanques que contienen materias orgánicas, en los nos que atraviesan las poblaciones, en los puertos, en las costas y aun en las profundidades del mar.

Se encuentran también, accidentalmente, suspendidas en el aire, de tal modo que se depositan y siembran con gran facilidad en las infusiones de leguminosas, en el jugo de la uva, en la cerveza, en el caldo o jugo de la carne, en la carne misma abandonada al aire, y en los cadáveres, en los que se multiplican muy fácilmente después de la muerte. Se encuentran en estado normal y en gran cantidad en la boca y en las materias fecales de los animales y del hombre.

Existen también en masas enormes en la tierra vegetal, en el humus, en la superficie del suelo sobre todo si está húmedo y si ha recibido materias orgánicas, etc.

Las bacterias entran, en el organismo humano por la respiración y por el tubo digestivo. Penetran en las vías aéreas con el aire que las contiene y en el aparato digestivo con los alimentos, que las llevan en mayor o menor número. El queso y la leche fermentada son las materias en que más abundan los esquizomicetos; muchas especies de éstos viven muy especialmente en diferentes secciones del aparato digestivo; la acidez del jugo gástrico detiene su desarrollo, pero intervienen probablemente en todas las funciones de la digestión hasta el punto de que Pasteur duda que la digestión y por consiguiente las funciones todas de la nutrición puedan efectuarse sin su intermedio.

Las bacterias aparecieron probablemente en la tierra entre los primeros vegetales; sábese que existían ya en la época carbonífera, pues Van-Tieghem las ha encontrado en la corteza de las coníferas carbonizadas del carbón de piedra. Siempre han vivido en la boca del hombre, puesto que Zopf y Millen han descubierto y coloreado bastoncitos de leptotrix en los dientes de las momias egipcias.

Es evidente que las bacterias del suelo proceden en mucha parte de las que se encuentran en el aire y recíprocamente; las que viven en las aguas pueden volver al aire cuando las aguas se evaporan o se dividen en la atmósfera. Sin embargo, la mayor parte de las bacterias del agua difieren de las bacterias del aire.

El hombre y los animales viven pues en medio de una atmósfera más o menos rica en bacterias; el agua que se bebe y los alimentos de toda clase las hacen entrar sin cesar en grandes cantidades en el tubo digestivo; la mucosa bucal y el intestino contienen bacterias en prodigioso número, las cuales viven y se desarrollan en tales medios siendo probablemente necesarias para la digestión. Hay que observar, sin embargo, que los medios interiores del organismo, los tejidos, la sangre, la linfa y la orina, no contienen bacterias en estado normal.

Fodor ha demostrado que la sangre de los animales sanos no sólo no contiene bacterias, sino que las bacterias inofensivas introducidas en la sangre se eliminan muy rápidamente.

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