Proceso morboso regresivo caracterizado por la producción de la sustancia o materia amiloidea en los órganos que ataca. También se denomina degeneración cerosa y lardácea.
El bazo, el hígado, los riñones, los ganglios linfáticos, los vasos, el tejido muscular y el corazón son el sitio preferente de esta lesión degenerativa. El órgano afecto se presenta al examen microscópico aumentado de volumen, decolorado, gris blanquizco y opalino, aumentado en su consistencia y con la superficie lisa y unida. La superficie de sección es limpia y luciente, con brillo mate y reflejos opalinos, y si la infiltración de loa elementos del órgano por la sustancia amiloidea es considerable, la sección aparece enteramente homogénea, sin que sea posible distinguir en ella vestigios de la estructura normal.
El examen microscópico enseña que el primer asiento y punto de partida de la degeneración, es la túnica media o muscular de las arteriolas que se distribuyen por el órgano atacado. La lesión del vaso cuyas paredes se tumefectan, produce la isquemia del tejido y los elementos celulares se van transformando en pequeñas masas de sustancia amiloidea, perdiendo sus caracteres morfológicos normales y sus funciones propias.
Este proceso patológico se presenta ordinariamente en el último período de las enfermedades caquécticas y especialmente de la tuberculosis y de la sífilis. La patogenia de la degeneración amiloidea debe referirse a una evolución imperfecta de los principios albuminoideos.
Las manifestaciones sintomáticas son confusas, pues la degeneración se instala en los órganos insidiosamente, quedando enmascarados sus síntomas propios por los trastornos de la enfermedad primitiva que constituye su condición etiológica.
Se ha prescrito contra la degeneración amiloidea el ioduro potásico y el mercurio, en los casos consecutivos a la sífilis; el ioduro de hierro, el cloruro amónico y las aguas alcalinas y sulfurosas; pero la degeneración amiloidea„ bien comprobada, debe considerarse como absolutamente incurable.
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