Declaración de la dignidad del trabajo en artes y oficios en España

Reproducimos la explícita declaración que acerca de la dignidad del trabajo humano aplicado a todos los artes y oficios en general, que hizo la Reina D. María Cristina a propuesta de un sabio Ministro del Interior en febrero de 1834.

“Informada de que algunas profesiones industriales se hallan aún degradadas en España, no obstante lo que previno el señor Rey D. Carlos III por la Ley 8°, título XXIII, libro VIII de la Novísima Recopilación; visto lo que me ha expuesto la Comisión nombrada al efecto por R. O. de 3 de diciembre último, y oído el dictamen del Consejo de Gobierno y del de Ministros, he resuelto seguir el ejemplo de mi antiguo abuelo, y decretar en nombre de mi amada hija la Reina D.a Isabel II, lo que sigue:

Art. 1° Todos los que ejercen artes u oficios mecánicos por sí o por medio de otras personas, son dignos de honra y estimación, puesto que sirven útilmente al Estado.

Art. 2° En consecuencia, podrán obtener todos y cualesquiera cargos municipales y del Estado, teniendo las demás cualidades requeridas por las leyes.

Art. 3° Podrán asimismo entrar en el goce de nobleza o hidalguía, si la tuvieren, aspirar a las gracias y distinciones honoríficas, y ser incorporados en Juntas, Congregaciones, Cofradías, Colegios, Cabildos y otras Corporaciones de cualquiera especie, siempre que tengan los demás requisitos prevenidos por las leyes o reglamentos.

Art. 4° Quedan derogados y anulados las leyes, estatutos, constituciones, reglamentos, usos y costumbres contrarios a lo dispuesto en este Decreto.”

Estas racionales ideas no eran nuevas entre nosotros.

“La nación que carece de industria (decía el célebre Campomanes en su introducción al Discurso sobre la educación popular de los artesanos de D. Francisco martínez de la Mata, sabio escritor y economista del siglo xvii) no emplea materias primeras, ni tiene obreros ni artesanos que puedan consumir y pagar aquellos frutos. En su lugar mantiene ejércitos de mendigos, los cuales en vez de pagar al labrador sus frutos, son otros tantos zánganos que viven a sus expensas y contribuyen a sobrecargarle. De aquí resulta ser imposible la prosperidad de la agricultura sin que florezcan las artes; y éstas no serían útiles quitando labradores del campo, sino reduciendo a los mendigos y a los ociosos de pueblos grandes a la aplicación de los talleres y obradores.”

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