Cuidados de otoño e invierno en la apicultura

Los cuidados que reclaman las abejas varían con las estaciones del año, y aparte de las reglas generales relativas al modo cómo deben cuidarse aquéllas, tales como visitarlas con frecuencia, sin ruido y sin movimientos bruscos, con objeto de que se familiaricen con el colmenero y no las contraríe la presencia de éste, existen ciertos principios que pueden servir de utilísima guía.

Los más importantes de estos principios se pueden resumir de esta manera: al salir del invierno, lo primero que debe hacerse es asegurarse del estado de las colmenas; si el frío ha sido muy riguroso o extremada la humedad, es casi seguro que habrán muerto más o menos abejas, y que otras se encontrarán en mal estado; los panales viejos tendrán necesidad de reponerse; sólo las colmenas pesadas y muy pobladas podrán en rigor pasar sin ser visitadas.

El mes de marzo es el más conveniente para practicar una visita general y escrupulosa al colmenar, puesto que esta es la época en que existe poca postura y ocupa ésta una pequeña parte del centro del vaso; por otra parte, este es el momento más crítico para las colmenas pobres o poco pobladas que no tuvieran en otoño más provisiones que las estrictamente necesarias para el invierno.

Cuando se ve que el enjambre va a morir de frío o de hambre, se lleva la colmena sin pérdida de momento y envuelta en un paño, a un sitio caliente donde se coloca invertida y se vierte sobre dicho paño o tela miel líquida; así que se hayan consumido 200 gramos próximamente de esta miel, se vuelve la colmena a su sitio primitivo y al estado normal, envuelta en su tela; el frío hace que suban de nuevo las abejas a los panales, y en la mañana siguiente se ahuman ligeramente a través de la tela, quitándolas pronto todos los estorbos.

Si se ve queda colmena es ligera o poco poblada, débesela dar, sin pérdida de tiempo y en abundancia, miel. A falta de esta miel, que debe ser siempre líquida y fría, se puede emplear la melaza en la proporción de 2/3 por 1/3 de agua.

Para operar en una colmena ordinaria, después de haber ahumado las abejas, se quita de su plato y se invierte; en tal disposición se cortan los panales que se quieran horizontalmente a una profundidad de 10 a 12 centímetros, hasta llegar a la postura que debe respetarse.

Cuando las colmenas son de alzas se trabaja de otro modo, más sencillo por cierto: así por ejemplo, cuando tengan dichas colmenas cuatro cuerpos y están poco pobladas, se suprimen las dos últimas alzas; si es fuerte o muy poblada y comprende sólo tres alzas, se quita la tercera; a medida que se quitan una o más alzas superiores, se reemplazan por otras tantas en la parte inferior, por cuyo medio, repetido todos los años, se consigue que el panal no envejezca nunca.

Durante el invierno, las colmenas permanecen en reposo, y la tarea del colmenero se reduce a visitar de vez en cuando el colmenar para atender a las perturbaciones exteriores, como nevadas, caídas de algún vaso por los vientos, etc.

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