Cuidados de la anestesia clorofórmica quirúrgica

Mientras ésta dura, debe vigilarse el pulso, y con más cuidado aún, la respiración. Cuando la anestesia es completa, el pulso se lentifica, y si en este período se excede la dosis conveniente de cloroformo, el pulso puede deprimirse hasta hacerse imperceptible, siendo inminente el síncope.

También las inspiraciones pueden lentificarse excesivamente y hacerse cada vez más superficiales y amenazar la suspensión respiratoria. En estas circunstancias debe suspenderse inmediatamente el cloroformo, practicar la respiración artificial y, si es posible, inhalar oxígeno y aplicar corrientes continuas (el polo negativo en la boca y el positivo en el recto, o un polo en el cuello, sobre el neumogástrico y otro sobre la región precordial).

En ocasiones sobreviene una rubicundez extraordinaria de la cabeza, fenómeno frecuente en los alcohólicos y que se acompaña de una excitación general considerable, cuyo término puede ser una congestión cerebral mortal. En estos casos es prudente renunciar a la cloroformización, y sólo cuando la intensidad de los fenómenos no es alarmante, puede practicarse redoblando las precauciones.

Todo estado patológico del corazón y de los pulmones predispone a la asfixia y al síncope; de consiguiente si no contraindica en absoluto la cloroformización, impone la necesidad de grandes cuidados en su práctica.

La anestesia quirúrgica es punto menos que imposible en aquellas operaciones en que la sangre puede invadir las vías respiratorias, como en la resección del maxilar superior, ablación de pólipos naso-faríngeos etc.

Se recomienda, también, no emplear el cloroformo en la litotricia para que el dolor del enfermo detenga al cirujano si ha pellizcado la mucosa vesical.

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