Consecuencias en la arquitectura del churriguerismo

La tendencia que desde el Renacimiento se introdujo en la Arquitectura, confundiéndola con las artes plásticas, no pudo menos de desnaturalizarla, subordinándola a la Pintura y la Escultura, y produciendo como legítima consecuencia el churriguerismo, en que el cuadro reemplazó al proyecto.

Preciso es, sin embargo, guardarse de lanzar, contra el barroquismo, las desatentadas inventivas que es moda pronunciar desde mediados del pasado siglo, y que le han envuelto en risa y menosprecio: las obras de ese género no se pudieron idear sin una imaginación brillante; sin recursos artísticos no pudieron ser trazadas, y su ejecución requirió no común destreza. Por eso no hay Arquitectura más difícil de imitar, no reduciéndose a la simple copia, que la del siempre zaherido Churriguera.

Pero aun con toda la plenitud de sus defectos, el estilo churrigueresco tuvo un mérito indudable, cual fue el de la unidad de su concepto, que se propagó de lo exterior a lo interior de los edificios, lo mismo que a los muebles, a los trajes y a los adornos: fue un arte de su época, con toda la fe y la energía propia de quien se cree en posesión de la verdad y del acierto, y con las cuales los profesores de todos los estilos han echado el suelo sin piedad los monumentos que hoy más apreciaríamos de sus antecesores.

Muerto el barroquismo, la esfera de la intuición estética se ha ensanchado, rindiendo justo tributo de admiración a las obras del genio de todos los siglos y comarcas; pero la fe artística ha desaparecido, ya no hay canon arquitectónico, y no pocos barroquismos de nueva especie pretenden pasar por inspiraciones, cuando no son más que centones insulsos o disparatados.

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