Consecuencias de la arteritis crónica

La fragilidad de las arterias ateromatosas y el aumento simultáneo de la presión sanguínea explican la relativa frecuencia de las hemorragias cerebrales, que se producen casi siempre, si no siempre, por la rotura de los aneurismas millares formados en las arterias ateromatosas.

Las trombosis, más a menudo que las embolias, ocasionan focos de reblandecimiento, cuyos síntomas se exponen en el lugar correspondiente.

El menor aflujo de sangre da cuenta de los procesos atróficos que se producen en el riñón a consecuencia de la disminución de calibre de sus arterias por la arteritis crónica; ciertas formas de esclerosis renal y la formación del riñón senil granulado, dependen especialmente del ateroma de las arterias renales.

La gangrena de las extremidades puede ser consecuencia de la obliteración trombósica, mas rara vez embólica de sus arterias. La llamada gangrena senil depende las más veces de la arteriosclerosis.

Concíbese perfectamente que según predominan las alteraciones cardio-vasculares, las cerebrales, las renales u otras así, se diversificarán las manifestaciones sintomáticas de la arteritis crónica.

También suele ocurrir que exista una arteriosclerosis más o menos generalizada, sin que durante la vida se observen trastornos funcionales manifiestos, y llegar los sujetos a edades muy avanzadas; pero siempre es posible la invasión brusca de accidentes viscerales graves.

Contra el proceso anatómico de la arteritis crónica no hay tratamiento eficaz; las indicaciones se sacan de las nociones etiológicas (alcoholismo, sífilis, reumatismo, etc.). En cada case particular el tratamiento se funda en las indicaciones sintomáticas suministradas por los estados consecutivos.

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