Conclusiones del concepto filosófico de las bellas artes

“Que el realismo defienda los fueros de la naturaleza más desfavorecida, por largo tiempo expulsada de los estudios de los artistas, nada mas justo; aunque en nuestros modernos tiempos nadie pretenda volver a la época en que se daban las formas de un Teseo a cualquier rudo soldado del ejército de Leónidas, y se atribuían al abyecto Davón las aristocráticas formas, el lenguaje culto de los dioses y los reyes. Ningún artista sensato se niega hoy a abrir las puertas de su estudio a personajes humildes, ni a dar cabida en sus composiciones a la expresión de los sentimientos y afectos más familiares, siempre que de ellos resulte algún interés. El arte moderno no desdeña los encantos de la vida modesta ni los dramas que se desenvuelven bajo el pobre carrizo de las cabanas: para él hay manantiales de verdadera poesía lo mismo entre los sencillos moradores de la aldea, que entre los honrados menestrales, o que entre los opulentos proceres de las grandes poblaciones, a quienes, dicho sea de pasada, tampoco negó la naturaleza heroicas virtudes.

“Si el realismo fuese sólo la reacción de las ideas contra el olvido de la naturaleza, modelo eterno y fuente inagotable de inspiraciones, todos se hubieran dado el parabién de su aparición en el estadio de la Filosofía, porque esa escuela no se había presentado como antagonista del idealismo racional, del idealismo que nos revelan las obras todas de los grandes artistas desde Rafael y Miguel Ángel hasta Teniers, Van Ostade y Brauwer. Pero desgraciadamente ese sistema ha exagerado sus tendencias hasta el punto de proscribir el ideal como una quimera; y si, como queda demostrado, no hay arte sin ideal sujetivo y realizado, y cada artista tiene su ideal o lo busca a su modo y por su camino, viéndole uno en la elegancia, otro en la gracia, éste en la energía, aquél en la regularidad de las formas, el genio de Urbino en la nobleza, el Buonarotti en la fuerza, Leonardo de Vinci en el claroscuro, el Correggio en la ternura, Velázquez en la distinción y porte caballeresco de los personajes, Murillo en la expresión de devoción y misticismo, etc., es evidente que el realismo, desenmascarado y desnudo, no es hoy otra cosa más que la negación del verdadero arte, la pesadilla de una generación incrédula, estragada y devorada por el sensualismo y con un corazón vacío y sin ecos para nada grande, noble y elevado. Una secta filosófica tan descaminada y peligrosa, que proclama digno de la obra artística todo lo real, absolutamente todo, así se encuentre en el terreno de lo indiferente sin expresión ni concepto, ya se busque en la baja esfera de la gente soez y sin cultura, ya en la asquerosa sentina de los vicios, donde entre lepra moral se engendra el crimen, debe ser incesantemente combatida.”

Terminaremos este punto reproduciendo una gran máxima del Sr. Fernández González que debería estar grabada en la memoria de todos los profesores y cultivadores de las Bellas Artes:

“El arte está llamado en nuestros tiempos a caminar al frente de los verdaderos progresos sociales, para ofrecer en todos ellos a las fuerzas creadoras del espíritu ejemplos y modelos de formas superiores de vida, haciendo visibles de presente y patentizando con fe las soluciones que presiente el ánimo religioso en el discurso de los tiempos, o en otro mundo mejor, según el orden de la divina Providencia.”

Volver a ARTE – Inicio