Comienzo del año en Navidad y otros

1° En 25 de diciembre, día de la Natividad del Señor.

Seguíase en Aragón desde el siglo xii, el sistema de contar el año desde la Encarnación del Señor, cuando Pedro IV, en 1350, ordenó que se contase desde la Natividad; una ley hecha en las cortes de Segovia de 1383, reinando Juan I, dictó la misma disposición para Castilla y León, y la costumbre de fijar el comienzo del año en 25 de diciembre, se hallaba en vigor en tiempo del emperador Carlos V, como aparece en el tratado que celebró en Madrid en 1526, con su cautivo rival Francisco I, rey de Francia. A últimos del siglo xvi, fue adoptándose paulatinamente sin orden expresa, el método de comenzar el año en 1° de enero.

En algunos puntos de Alemania comenzaba desde el siglo x el año, por el Nacimiento del Salvador: lo mismo sucedió en Maguncia hasta el siglo xv, en que se adoptó el 1° de enero como día inicial, en Milán, en Roma y gran parte de las ciudades de Italia, en los siglos xiii; xiv y xv, y en Chipre hacia el siglo xiv.

En Inglaterra estaba vigente este sistema en el siglo vii y lo estuvo hasta el siglo xiii, como se prueba con el testimonio de Gervasio de Cantorbery, en que se comenzó a contar por el día de la Encarnación del Señor: con la adopción del calendario gregoriano en 1752, se cambió el comienzo del año a 1° de enero.

En Francia era costumbre casi general en tiempo de los primeros Carlovingios, y en Portugal lo introdujo Juan I en 1420: en los Países Bajos subsistió también hasta 1576, en que por disposición de Felipe II se comenzó el año en 1° de enero.

Abrían el año algunos escritores un año completo antes que nosotros, y por esa razón cuentan el 1103, cuando nosotros contamos el 1102; si no se tienen presente esta particularidad es muy posible caer en error.

2° Otros días de comienzo.

Además de los sistemas expuestos se comenzaba el año en algunos pueblos en otros días: el 12 de agosto, día de San Tiburcio, patrón de Dinamarca, fue el día inicial de varios años en aquel reino; el 15 de mayo en las diócesis de Lausana y país de Vaud, desde el concilio de Basilea; pero estas y otras variaciones ejercen apenas influencia alguna, como excepcionales, en el cómputo de los tiempos, si bien es necesario tenerlas en cuenta siempre que se pretende escribir la historia de loe respectivos países para no incurrir en errores cronológicos.

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