Circulación de la sangre en las arterias

Las arterias sirven de conductos que dan paso a la sangre lanzada por los ventrículos; pero las arterias no son tubos inertes y rígidos, sino que modifican el curso de la sangre en virtud de dos propiedades que deben a los elementos anatómicos de su túnica, en virtud de su elasticidad y de su contractibilidad.

Por su elasticidad las arterias gruesas, y especialmente la aorta, se dejan distender por cada onda sanguínea que lea envía el sístole ventricular; reacciona después la pared arterial, volviendo sobre oí misma, comprime la sangro en ella contenida, y la empuja hacia la periferia, pues las válvulas sigmoideas impiden en retroceso. Obra, pues, la elasticidad arterial como un resorte, quo cede ante el impulso cardíaco, reobrando después, devolviendo a la impulsión sanguínea parte de la fuerza cardiaca gastada en su distensión. El resultado de este mecanismo es hacer continuo el curso de la sangre cuando llega a las redes capilares, pues sería intermitente como las impulsiones que recibe si los tubos de conducción fuesen rígidos, Además la circulación resulta favorecida porque los líquidos circulan en mayor cantidad por los tubos elásticos a igualdad de diámetro.

Por su contractilidad las arterias pequeñas pueden variar de calibre y dar paso a más o a menos sangre. De aquí resulta cierta independencia de las circulaciones locales, pues según se contraigan o dilaten las arterias de una región, resulta la anemia o la hiperemia de la misma, independientemente del estado de la circulación general.

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