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ANCLA

Instrumento de hierro, como arpón o anzuelo doble, que, afirmado al extremo de un cable y arrojado al mar, sirve para detener y asegurar las embarcaciones.

ANCLAJE: Acción, o efecto, de anclar la nave. || Sitio o lugar donde ancla la nave.

ANCLAR: Quedar sujeta la nave por media del ancla.

ANCLOTE: Ancla pequeña.

* La palabra ancla en frases utilizadas en la marina
* Origen histórico del ancla
* Las anclas modernas
* Las anclas de acuerdo al tipo de embarcación
* Tipos de anclas según su construcción
* Tipos de anclas según la disposición en que quedan tendidas
* El anclaje en la paciencia pública

La palabra ancla en frases utilizadas en la marina

ABATIR UN ANCLA: Colocarla en dirección mas apartada de la que tenía con respecto a la del viento, marea o corriente.

AGUANTAR EL ANCLA: Sufrir y resistir un temporal estando fondeado.

AL ANCLA: Estar fondeado.

APEAR EL ANCLA: Bajarla de su lugar y dejarla pendiente del capón, y en disposición de darla fondo en el momento que convenga.

ATORTORAR y ASEGURAR LAS ANCLAS: Trincarlas con tortores después de suspendidas en los costados del buque por la parte de afuera.

CABECEAR SOBRE EL ANCLA: Dar cabezadas el buque cuando se tiene el ancla a pique o con muy poco cable fuera del escobén.

DE ANCLA A ANGLA: El tiempo que media desde que se levan las anclas en un puerto, hasta que se dejan caer en el mismo o en otro después de campaña o viaje.

ECHAR ANCLAS: Dar fondo.

ENMENDAR UN ANCLA / PICAR UN ANCLA: Colocarla en dirección más ventajosa, según las circunstancias.

ESTAR SOBRE EL ANCLA o LAS ANCLAS: Estar el buque aferrado y asegurado con ellas.

FALTAR UN ANCLA: Romperse o desprenderse del fondo, haciéndose inútil.

GOBERNAR SOBRE EL ANCLA: Dar al buque dirección hacia el ancla, cuando se vira sobre ella, valiéndose del timón.

IRSE SOBRE EL ANCLA: Acercarse el buque al ancla, llevado por la corriente.

LEVAR ANCLAS: Levantarlas para salir del fondeadero. Se dice que se leva el ancla a vistas cuando se la levanta del fondo hasta descubrir el arganeo por encima de la superficie del agua.

LIBERTARSE SOBRE LAS ANCLAS: Salvar el buque, dando fondo durante un temporal y en circunstancias en que no queda otro arbitrio.

PERDER UN ANCLA: Dejarla abandonada en el fondeadero.

PESCAR UN ANCLA: Enganchar casualmente un ancla perdida al elevar la propia.

PONER UN ANCLA A LA PENDURA: Destrincarla, bajarla de su lugar, y dejarla pendiente del capón y en disposición de darla fondo en el momento que convenga.

SALTAR UN ANCLA: Desprenderse del fondo y volver a agarrarse después de arrastrar algún trecho.

TENDER UN ANCLA: Llevarla al paraje donde ha de quedar situada.

VIRAR SOBRE EL ANCLA: Virar del cable para acercarse a ella.

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Origen histórico del ancla

Aunque se ha atribuido a los etruscos la invención del ancla, parece que ésta sea tan antigua como la navegación, pues el hombre debió buscar desde luego un medio de fijar las embarcaciones en un sitio, contrarrestando el impulso de las corrientes o de las tempestades.

El ancla primitiva fue simplemente, a lo que parece, un peso excesivo, que arrojado al fondo del agua impedía el movimiento del navío; tales eran tubos de madera llenos de plomo, vasos llenos de arena y guijarros, o piedras gruesas agujereadas. De este género era el áncora que designa Homero, y así debieron ser las anclas fenicias.

Más tarde se adoptó el sistema de las cruces de hierro que se hincaban en la tierra. En nuestro Museo Arqueológico Nacional se conserva el travesaño con dos puntas de un ancla de plomo, cuya asta debió ser de madera, extraída del puerto de Cartagena; y si se tiene en cuenta que este ancla de brazos rectos, perpendiculares al asta, difiere del ancla romana, tal como nos la dan a conocer los monumentos, puede admitirse sin grandes reservas la opinión emitida por algún arqueólogo acerca del origen fenicio-cartaginés de la misma.

El ancla de dos brazos es de origen dudoso; Pausanias atribuye la invención a Midas, rey de Frigia; Plinio a Eupalamas de Sicione, y Strabón al filósofo escita Anacarsis, a cuyos datos puede unirse el importante hallazgo del ancla ya citada de Cartagena.

En vasos pintados, en bajos relieves y monedas se ven diferentes modelos de anclas griegas y romanas. En algún vaso se ve representada un ancla desprovista de la barra transversal que llevan las modernas en la parte superior. En otro vaso aparece Hércules sirviéndose de un ancla como arma para combatir a Cinco.

En piedras grabadas y en monumentos romanos son muy frecuentes las representaciones de ancla, siendo las más importantes las que ofrece la columna trajana, donde puede apreciarse que las llevaban suspendidas a los costados de las embarcaciones, bien del Aplaustro. Entonces, como ahora, llevaban más de una, fundándose la esperanza de los navegantes en la más sólida de todas, a la cual llamaban áncora sagrada, para expresar que se recurría a ella en momentos supremos.

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Las anclas modernas

El ancla, tal como hoy día se emplea en marinería, se construye de hierro forjado, dándole la forma de arpón o anzuelo doble.

Se compone este instrumento de una barra que se llama asta o calla, que termina por un lado en una argolla llamada arganeo, y por el otro en dos brazos curvos, cuyos extremos llevan el nombre de uñas.

En el extremo del asta correspondiente a la argolla o arganeo va una gran pieza llamada cepo, de madera o de hierro, que forma cruz con el asta, pero quedando en un plano perpendicular al que determina la caña con los brazos.

La uña tiene de longitud o altura la quinta parte de la longitud del brazo y son siempre más anchas que largas. Cada uno de estos brazos forma generalmente con la caña un ángulo de 56°, y tiene de longitud próximamente la mitad de ésta; el cepo es por lo común más largo que la misma caña; tiene su máximum de grosor hacia el medio donde alcanza 1/12 de su longitud, pero se va adelgazando hacia los extremos donde no presenta más que la mitad de dicho grueso.

En las anclas grandes el cepo es de madera de encina y está constituido por dos piezas fuertes que abrazan la extremidad superior de la caña que está hecha a escuadra; piezas que están sólidamente sujetas por medio de pernos y asas de hierro. En las anclas pequeñas el cepo por lo común es de hierro y no abraza la caña, sino que pasa por un agujero hecho en el cuadrado de la misma.

El hacer que el cepo sea perpendicular al plano determinado por la caña y los brazos tiene un objeto capital, cual es: impedir que el ancla, después de descansar en un fondo, al ser solicitada por el cable, sea sencillamente arrastrada sobre dicho fondo sin fijarse en él. Con la disposición referida, la acción del cable sujeto al arganeo hace que el cepo se disponga horizontalmente y entonces los brazos tienen que quedar en un plano vertical, con lo que uno de ellos rasará el suelo, dragará algún tiempo, siguiendo al buque que la arrastra hasta enterrarse fuertemente en el fondo, o ser retenido por algún accidente de éste, en cuyo caso el ancla y la embarcación, por lo tanto, quedan fijas.

Para levar el ancla, se hace girar el cabrestante al rededor del cual se arrolla el cable que va sujeto al ancla. El buque entonces se ve aproximando al punto en que el ancla está fija, con lo cual la dirección del cable va siendo cada vez más próxima a la vertical y el ancla va poniéndose recta; cuando llega a estar en pie, basta un fuerte tirón, conseguido aplicando un buen esfuerzo al cabrestante, para arrancar el ancla y levantarla.

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Las anclas de acuerdo al tipo de embarcación

Las anclas pueden ser de una pieza o articuladas, y su peso es proporcionado al número de toneladas de carga de la embarcación a que corresponden, variando este peso desde 100 hasta 6.000 kilogramos.

Por lo general toda embarcación de tres palos lleva cuatro anclas, dos pequeñas que se llaman de leva, otra más pesada que se denomina de esperanza, usada en los trances más peligrosos y la cuarta parecida a las de leva. De estas una se llama de uso o del ayude y otra sencilla o de cabeza.

Los bergantines y otros buques menores solamente llevan tres anclas, dos de leva, que van en las serviolas y otra que sirve de esperanza, acomodada comúnmente en la bodega.

Los navíos usan cinco anclas, por lo general siendo la quinta la llamada ancla maestra o de caridad, cuyo peso es enorme, pues, para un barco de 1.000 toneladas se calcula que dicha ancla debe pesar 25 quintales métricos.

Los buques de guerra llevan anclas todavía más pesadas.

Con arreglo al lugar donde van o el servicio que prestan, reciben las anclas diferentes denominaciones, como son: ancla sencilla, de leva o de cabeza; anclas de segunda o de respeto; ancla de pendura; ancla de servidumbre; ancla maestra o de caridad; ancla de la esperanza; ancla del ayude; la horquilla; la de atoar; el anclote, etc.

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