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AMULETO

Del latín, amuletum.

Figura, medalla o cualquier otro objeto portátil a que supersticiosamente se atribuye virtud sobrenatural para alejar algún daño o peligro.

La superstición del amuleto es de todos los pueblos y de todas las épocas.

En los Museos abundan colecciones interesantísimas de objetos menudos, por lo general, para llevar pendientes del cuello, que usaban como amuletos los pueblos de la antigüedad y usan todavía los salvajes de comarcas lejanas.

* Amuletos egipcios
* Amuletos del oriente antiguo
* Los amuletos de la época clásica
* Sustancias usadas como amuletos
* Objetos artificiales usados como amuletos
* Amuletos contra el mal de ojo
* Amuletos cristianos

Amuletos egipcios

Los amuletos venían a ser armas preservadoras de los peligros que traían consigo los días nefastos, designados así por los horóscopos de los sacerdotes, adivinos y hechiceros iniciados en el arte sagrado de la magia.

Algunos capítulos del Libro de los muertos se refieren a los amuletos. En los ataúdes y en las momias mismas es donde se han encontrado los amuletos que se conservan. Cada uno tenía su virtud especial que se comunicaba a los muertos recitando una plegaria en el momento de fajarlos o al enterrarlos, y protegían, anos la cabeza, otros el tronco, otros los brazos o las piernas formando así una armadura mágica.

Los había de todas materias. Los más frecuentes son los Escarabajos.

Los tat, mal llamados Nilómetros, que significaban estabilidad, estaban identificados por los egipcios con la espina dorsal. Por tal razón colocaban esta clase de amuletos pendientes del cuello de la momia para que el muerto pudiera “franquear las puertas del cielo”, como dice el Libro de los muertos: los tá, las columnitas, el ojo simbólico, el menat, la corona roja, la cartela, las egidas, la almohada, los dedos, la cruz con asa, signo de la vida, el jeroglífico signo del amor, las cabezas de Uraeus, las representaciones de diversos animales sagrados, el tocado de Hathor, compuesto del disco solar y dos plumas de avestruz, el muslo de buey, y la tiorba; el horizonte solar, el ángulo, el corazón, la rana que era la diosa Higit, divinidad cósmica por lo cual iba anida al dogma de la resurrección y por eso se encuentra sobre las momias.

Se hacían en amatista, en jaspe, en lapislázuli, en pasta vítrea y en feldespato.

A los mencionados se agregan los rectángulos de barro esmaltado conteniendo plegarias o representaciones divinas.

Entre los amuletos hay que clasificar los papiros conteniendo fórmulas talismánicas, depositados cuidadosamente en estuches de metal, a veces de oro, que se han encontrado en los ataúdes de momias.

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Amuletos del oriente antiguo

Los asirios al igual que los egipcios llevaban consigo preciosos amuletos.

Las investigaciones epigráficas del ilustre orientalista Oppert, han dado a conocer la costumbre de arrojar el pueblo sus amuletos a las fundaciones de los edificios con ocasión de consagrarlos; así lo expresa una tablilla en que el rey Sargon habla de la fundación del palacio de Korssabad.

La noticia se ha comprobado con los hechos, pues en las ruinas de aquella famosa ciudad se han encontrado centenares de objetos menudos de diversas materias, tales como cilindros, conos, figuritas de barro cocido, conchas y guijarros perforados, que se conservan en el Louvre, siendo de notar en ellos las señales evidentes de haberse usado; lo cual demuestra que en la solemne ceremonia de consagrar las fundaciones, debía ser costumbre desprenderse de loa amuletos en un momento determinada y quizá a una señal de los sacerdotes.

Las tumbas sardas de Tarros han suministrado interesantes amuletos fenicios, muy parecidos a los egipcios, pues son figuritas y estatuillas de barro cocido, algunas esmaltadas, representando un dios con cabeza de gavilán; un dios pigmeo que recuerda al Phtah; otro que parece el Bes, importado a Egipto de la Arabia; una diosa alada cuyo cuerpo termina en cola de serpiente; el disco solar entre das alas plegadas, y en fin, los escarabajos, el ojo simbólico y unos estuches de oro o plata, conteniendo laminaba metálicas con inscripciones.

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Los amuletos de la época clásica

Del Oriente el amuleto pasó a Grecia y luego a Roma.

Plinio dice con razón que el uso de los amuletos nació de la Medicina, como también la práctica de los encantamentos: unos y otros tuvieron su origen en la superstición que atribuía a poderes ocultos, males cuyas causas verdaderas no podían desterrarse.

Dejando a un lado el empleo que la Medicina hiciese de los amuletos, diremos que estaban comprendidos entre los numerosos remedios empíricos empleados, bien para curar las enfermedades, bien para precaverlas, designándolos con el nombre común phisica, pues los males de causas desconocidas se atribuían a influencias sobrenaturales: la superstición de lo que hoy se llama todavía en ciertos países el mal de ojo.

La creencia en la fascinación estaba universalmente admitida y para preservaras de estas influencias se usaban los amuletos. Éstos eran o sustancias naturales u objetos que presentaban ciertos signos o figuras, en las cuales residía la eficacia según la superstición; atribuyendo a veces la virtud a las propiedades naturales al mismo tiempo que a las formas simbólicas.

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Sustancias usadas como amuletos

Los amuletos que inspiraban fe general eran unas piedras preciosas o raras sin más valor que las imágenes o caracteres que en ellas se veían; la mayor parte venían de Oriente. Eran: el ágata, el diamante, el jaspe, el cristal, la amatista, la antepates, la calcofana, la quelonia, el heliotropo, la hematita y las piedras sin valor como la ceramia, el coral, la gorgonia, el ámbar; además los metales, particularmente el oro, el hierro, el cobre; diferentes plantas como la aubepina, el rosal, el nerprun, la cinocefalia. Tales eran las sustancias naturales empleadas como amuletos.

También lo eran algunos miembros o partes de animales, como el diente de hiena, la carne y la grasa de lobo, la bilis de la cabra, la del perro negro, las orejas de rata, los cuernos del onagro cornudo, el talón del puerco, la lengua de la zorra; los murciélagos y los búhos, las arañas y otras alimañas, además del anguimum o huevo de serpiente, y la lengua del camaleón; los dientes tenían, igualmente, puesto importante entre las prescripciones de la Medicina empírica.

También se creía en la eficacia de ciertas reliquias de personas que habían perecido por accidentes o víctimas de suplicios. Plinio enumera las enfermedades que se curaban o calmaban con el tratamiento de sangre de los gladiadores, tales como la gota, las escrófulas, la erisipela, la epilepsia. Había también numerosos talismanes empleados, bien para excitar, bien para reprimir loa ardores de los deseos amorosos y para destruir los encantamientos de que se creían víctimas los amantes.

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