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ALQUIMIA

Del árabe, al, el o la, y del egipcio, kema, ciencia por excelencia.

Arte que se proponía transmutar en oro los demás metales, y hallar la piedra filosofal por medio de operaciones químicas.

ALQUIMICAMENTE: Según el arte e las reglas de la Alquimia.

ALQUIMISTA: El que profesa el arte de la Alquimia.

ALQUIMIA PROBADA, TENER RENTA Y NO GASTAR NADA: Refrán con que se da a entender que el medio más seguro para hacer dinero, es no gastar el que se tiene.

* La alquimia y la química
* La alquimia en la historia
* La alquimia en el antiguo Egipto
* La alquimia en Babilonia y Caldea
* La alquimia en China
* La alquimia en el pueblo judío
* La alquimia en Grecia
* Oposición a la alquimia en el Imperio Romano
* La alquimia práctica y teórica entre los árabes
* Desarrollo de la alquimia en Europa
* La alquimia y la transmutación de los metales
* Nuevas tendencias de la alquimia
* El fin de la alquimia y el comienzo de la química

La alquimia y la química

Ciencia antigua, predecesora y madre de la Química y que tenía por objeto general el estudio de los fenómenos de la naturaleza y en particular la transmutación do los metales y la preparación o descubrimiento de la piedra filosofal y de la panacea universal, sea el remedio contra todas las enfermedades.

La transmutación de los metales tenía por objeto transformar en oro y en plata los metales pobres o comunes, como el plomo y el cobre, y esta empresa suponía la idea de la unidad de la materia y otras teorías filosóficas de orden metafísico que fueron el fundamento doctrinal de la alquimia.

En sus comienzos, la alquimia, la magia y la astrología anduvieron mezcladas, confundidas y cultivadas por los mismos hombres, formando un solo cuerpo doctrinal con los conocimientos de Medicina, de las virtudes de las plantas y aún de las Matemáticas. Estas fueron las primeras que se separaron y formaron ciencia independiente; pero las primeras marcharon mucho tiempo unidas, no sólo durante luengos siglos de la antigüedad, sino ya en nuestra era, hasta los mismos fines de la Edad Media.

La historia de la alquimia es interesantísima, porque, es una de las que mejor revelan el carácter del espíritu del hambre y los progresos humanos, con todas sus vicisitudes y contratiempos, no sólo en el terreno material, sino en el moral y filosófico y la que da la clave de la invención y desarrollo de la mayor parte de las industrias, singularmente de las llamadas químicas, base y fundamento principal de las comodidades y ventajas de la vida actual comparada con la de otras épocas.

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La alquimia en la historia

La alquimia fue mitológica y sacerdotal en Egipto y en Asiria; filosófica en Grecia y en las escuelas de Alejandría; perseguida y envuelta entre mil errores y extravagancias entre los romanos; libre, protegida y con un mareadísimo carácter científico y a la par práctico y de aplicación entre los árabes; ecléctica, variadísima en sus aspectos durante la Edad Media y principios de la Moderna.

Entre sus adeptos se han contado sabios eminentísimos, observadores profundos, espíritus entusiastas, y alucinados, embaucadores y charlatanes.

Los trabajos de los alquimistas no han sido actividad inútil gastada locamente tras las quimeras del arte de hacer oro, de buscar elíxires para alargar la vida indefinidamente, o de encontrar la piedra filosofal; sino que constantemente han ido dando productos que ellos, los alquimistas, calificaban de secundarios, eso sí, pero que la humanidad ha recibido como de grande utilidad; tales han sido la fabricación del jabón, del vidrio, de las pastas cerámicas, del arte de la tintorería, de muchas aleaciones metálicas, de importantes medicamentos, del vinagre, del alcohol, e infinidad de cuerpos, de los cuales fue sacando la sociedad mucho provecho.

En fin, los alquimistas con todos sus trabajos, por desconcertados y desacertados que parezcan, son los que, acumulando hechos y hechos, prepararon los materiales para la constitución de la ciencia química moderna, pues bastaron dos o tres descubrimientos de fines del siglo xviii, para que todos los hechos quedaran ordenados, racionalmente aplicados y constituida la química moderna.

Las Sagradas Escrituras, los libros de Hermes sobre la Naturaleza, dicen que algunos ángeles atraídos y subyugados por el amor hacia las mujeres de la tierra, descendieron a ésta y les enseñaron las obras de la naturaleza; los ángeles fueron expulsados del cielo y quedaron en la tierra, como señales de su paso, la raza de los gigantes que nacieron de su comercio con las mujeres terrestres y un libro en que se contenía sus enseñanzas. Este libro se llamó Kenia, o sea la ciencia y el arte por excelencia. Así al menos lo dice Zósimo el Panopolitano en su libro Imuth, tratando de los orígenes de la alquimia.

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La alquimia en el antiguo Egipto

Aparte de estos orígenes mitológicos, donde se empiezan a encontrar las primeras huellas positivas de la alquimia es en Egipto, y todas las tradiciones están unánimes en atribuir su paternidad a Hermes Trimegisto, el inventor de todas las artes y ciencias de los egipcios.

Veinte mil libros, según unos autores, treinta y seis mil, según otros, llevan su nombre y en ellos se desarrollaban todos los secretos sobre la magia, la astrología y la alquimia. Estos libros se sacaban en procesión solemne en las ceremonias religiosas. Isis y Agathodemon figuran también como reveladores de las ciencias misteriosas a los hombres. Lo cierto es que en sus comienzos los sacerdotes de Isis y Memfis eran los que cultivaban la alquimia, denominándola Arte sagrado, Ciencia divina, Ciencia Hermética, y que las prácticas de esta ciencia se mezclaban con las ceremonias religiosas, en los recintos más escondidos de los templos donde se hallaban establecidos los laboratorios y donde los sacerdotes ejecutaban sus operaciones misteriosas, a la vista de los iniciados cuya reserva absoluta garantizaban las penas más severas.

Los alquimistas egipcios distinguían ocho productos minerales que colocaban siempre en el orden siguiente: Nub, el oro; Asem o electrum, aleación de plata y oro; Hat, la plata; Sesteb, o mineral azul, lapislázuli; Majek o mineral verde, esmeralda; Kome, el bronce o cobre; Men, el hierro, y Taht, el plomo. El estaño no figura en esta lista porque, sin duda, no fue conocido de los antiguos egipcios en estado metálico puro; lo mismo sucede con el mercurio, que tan importante papel desempeñó entre los alquimistas posteriores y que no fue conocido hasta el tiempo de los griegos.

Pero los egipcios conocieron otra multitud de sustancias y las agruparon al lado de cada uno de los ocho productos minerales citados y llegaron a saber preparar multitud de productos, como la sosa, las sales amoniacales, el jabón, pastas cerámicas y colores, medicamentos y venenos, aleaciones y piedras preciosas artificiales, base todo ello de importantísimas industrias que en algún tiempo mantuvieron la prosperidad del Egipto.

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La alquimia en Babilonia y Caldea

La alquimia fue también cultivada en sus orígenes por los babilonios y caldeos, hasta el punto que éstos han sido considerados por muchos siglos en Oriente y después en Occidente como los maestros de las ciencias ocultas.

La magia, la astrología, la alquimia, la medicina, la ciencia de los metales, de las piedras preciosas y de los jugos de las plantas, fueron cultivadas con predilección por los sabios de aquellas regiones, formando con todas ellas un cuerpo común.

Los babilonios fueron los primeros que establecieron ese parentesco o relación tan celebre entre los metales y los planetas. El oro, la plata, todos los metales y las demás sustancias, decían, son engendradas en la tierra bajo la influencia de las divinidades celestes y de sus efluvios. El Sol produce el oro; la Luna, la plata; Saturno, el plomo; Marte, el hierro; Venus, el cobre; Hércules, el estaño.

Los alquimistas caldeos no se limitaron, como cuestión práctica, al arte de hacer oro, sino que estudiaron profundamente el arte de curar las enfermedades; Ostemés, el alquimista caldeo, cuyo nombre aparece al frente de los libros y trabajos de su región y de su época, habla del agua divina que cura todas las enfermedades; de donde tomó origen la concepción de la panacea universal, del elixir para alargar la vida, tan buscado después por los árabes, herederos de la cultura persa y caldea.

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