Archivo de la categoría: Ahorro

AHORRO

Acción, o efecto, de ahorrar o economizar, en cuestión de gastos. || Cantidad de dinero ahorrada. || Acción, o efecto, de ahorrar o evitar, tratándose de trabajos, riesgos, etc.

AHORRADO: Que ahorra en cuestión de gastos; económico. || Horro, libre, exento, desembarazado.
AHORRADOR: Que ahorra.
AHORRAMIENTO: Acción, efecto, de ahorrar o ahorrarse.

AHORRAR: Manumitir. || Cercenar y reservar alguna parte del gasto ordinario. || Evitar o excusar algún trabajo, riesgo, dificultad, o cualquiera otra cosa de más o menos entidad.
AHORRARSE: Aligerarse, tratándose del vestido. Antiguamente se usó también con esta significación en Andalucía.

AHORRATIVA: Familiarmente, ahorro o economía.
AHORRATIVO: Dícese del que ahorra o excusa en su gasto más de lo debido y correspondiente. || Aplícase a todo aquello que proporciona ahorro o economía conveniente en el gasto acostumbrado u ordinario.

NO AHORRARSE, O NO AHORRÁRSELAS, CON NADIE (algunos añaden: NI CON SU PADRE): Frase familiar que significa no guardar consideraciones ni miramientos de ningún género con persona alguna, por elevada que sea su jerarquía.

* El ahorro y el hombre
* Influencia del ahorro en la sociedad
* El ahorro y la clase trabajadora
* El ahorro, el consumo y la producción
* Detractores del ahorro
* Las cajas de ahorro
* El ahorro en diferentes países

El ahorro y el hombre

De igual modo que a la acción de seres microscópicos deben su existencia multitud de islas que pueblan los mares, así la virtud del ahorro, tan lenta en su desenvolvimiento, como eficaz en sus resultados, contribuye a la grandiosa obra de la actividad humana, en sus varias manifestaciones.

Cuando el hombre se encuentra rodeado de los esplendores de la naturaleza, necesitado de vestido y alimento, y sin más recursos que los productos espontáneos del suelo, juntamente con los de la caza y de la pesca, las condiciones de la vida humana son más duras que las de la fiera en el seno de los bosques.

Tan pronto como el salvaje prepara un abrigo, que le preserva de los estragos de la intemperie, y limita el consumo de los frutos recogidos en la selva a lo estrictamente necesario, reservando el excedente para los días sucesivos, que consagra á. la construcción de imperfectos aparatos, sin los cuales espera obtener mayores resultados en la caza y en la pesca, entra, con paso seguro, en el camino que le conduce a inesperadas victorias sobre las rebeldías de la naturaleza.

Entre los más señalados triunfos, que enaltecen al hombre, figura la disciplina de sus facultades, y el ahorro es la más alta expresión del dominio que el hombre ejerce sobre si mismo.

Toda producción, en el orden económico, tiene un fin inmediato, que es la satisfacción de nuestras necesidades. Poner un límite al placer de consumir, en su multiplicidad de formas, después de las fatigas que consigo lleva el trabajo incesante, la labor de todos los momentos, es cualidad de alto valor moral, principio generador del ahorro, que en suma está representado por la diferencia entre la cantidad producida y el valor de las cosas consumidas.

El ahorro puede ir unido a las más altas dotes del espíritu, o a mezquinos propósitos de avaricia, sin que por esto deje de ser en sí causa primordial de la riqueza, que ostentan los pueblos más civilizados.

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Influencia del ahorro en la sociedad

Por grande que fuera la producción, no ejercería gran influencia en el desarrollo ulterior de la industria y del comercio, si el producto total del trabajo humano fuera destinado a la efímera satisfacción de las necesidades diarias. La reparación de nuestras fuerzas y el perfeccionamiento de nuestras facultades absorben la mayor parte de la producción. Queda un sobrante, que la previsión humana oculta y atesora para ocurrir a las eventualidades del porvenir, o destina a la reproducción, según sean las garantías de protección para la persona y para la propiedad, o según las condiciones de cultura en la sociedad, a la par que de ilustración y firmeza en el Gobierno del país.

En los pueblos regidos despóticamente faltan los más poderosos estímulos para el ahorro, y el que pone límites al consumo, con el objeto de allegar riquezas, emplea todas las artes del disimulo, a fin de que nadie conozca la existencia de sus tesoros.

Por el contrario, en los pueblos de superior civilización todas las fuerzas morales se conciertan para redoblar la acción del ahorro. Las clases más desvalidas adquieren confianza en la cooperación, que recíprocamente se prestan, y, perfectamente aleccionadas en la escuela de la experiencia, llegan a constituir caudales de mucha consideración, sin más auxilio que el de su propio esfuerzo.

Aparte las enormes cantidades que lograron reunir en sus cajas las diversas sociedades de obreros, en Inglaterra, se da el cese de que una sociedad de seguros populares, The Prudential, con una prima de un penny, o diez céntimos de peseta por semana, reúne durante un año, la suma de 62.608.000 pesetas. Las pequeñas cuotas, entre millones de asociados, producen resultados, que para muchos son tan sorprendentes como el indicado de The Prudential.

Todo lo grande reconoce por base, o por punto de partida, lo que es imperceptible. En las fuerzas morales del trabajador, que sin ventura pasa el día encorvado bajo el peso de sus faenas, está el secreto de la más sólida grandeza. La acción vivificante de la naturaleza se desparrama por todas partes, y para llegar a la formación de inmensos capitales, por cuyo medio se remueven los obstáculos que mayor resistencia ofrecen a los progresos de la civilización, es necesario empezar por el ahorro de cantidades mínimas.

Los reformadores que pretenden modificar lo más íntimo de las sociedades humanas para corregir de una vez imperfecciones, que no desaparecen por medio de la violencia, sino por efecto de una perseverante acción que ataque en su mismo origen la causa del mal, desconfían de la eficacia del ahorro.

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El ahorro y la clase trabajadora

¿Qué ha de cercenar en el consumo diario la familia de un trabajador, que nunca ve satisfechas sus más apremiantes necesidades?

Esta consideración se hacen hombres muy discretos, que vivamente se interesan en la suerte de las clases menesterosas. Pero obra del trabajador desvalido es el capital reunido en las cajas de ahorros; obra de los necesitados es la formación de miles de sociedades cooperativas, que tanto contribuyen a mejorar la situación del obrero. Lo difícil es comenzar. Después que se pone en juego la energía do nuestra actividad, aparecen con todo su vigor resortes íntimos, que a menudo quedan atrofiados por falta de ejercicio. Este aspecto del ahorro es acaso el de mayor interés para el progreso humano.

Es opinión muy generalizada que el ahorro se hace en detrimento de los trabajadores, siempre que reconoce por causa la supresión de gastos superfluos. Fíjase la atención tan sólo en que, restringiendo el consumo de artículos de lujo, se origina en industrias determinadas una verdadera crisis. Es causa de su malestar, sin duda alguna, la perturbación que experimenta la industria de un país, comarca o localidad, cuando las relaciones entre la producción y el consumo sufren alteración, aunque ella sea pasajera.

Estos desequilibrios en el orden económico son muy frecuentes. Muchas veces el gusto de los consumidores, que se modifica, o los cambios de la moda; otras veces la rápida transformación, que introduce en la vida industrial un descubrimiento científico, o las oscilaciones del progreso, llevan en pos de sí resultados funestos para las clases trabajadoras. Estos son accidentes inevitables, ante los cuales no es dable que se detenga la marcha de la civilización, tan beneficiosa para las grandes masas.

No es camino de rosas el que recorre la humanidad en su inacabable peregrinación: desgraciadamente está sembrado de espinas. Reconociendo que la desaparición de una industria cualquiera, sea o no de artículos, de lujo, origina en su esfera de acción perturbaciones económicas, perjudiciales por el momento a una clase de trabajadores, vista la complejidad de relaciones en su conjunto, resulta beneficiosa para la sociedad la supresión de gastos superfluos.

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El ahorro, el consumo y la producción

No es el consumo improductivo del rico un beneficio para el pobre, que se emplea en su servicio. Crea ese consumo una clase especial de trabajadores, pero no en provecho de éstos. Si la riqueza, que se destina al sostenimiento de servidores o industriales consagrados exclusivamente a la prestación de servicios improductivos, o a la fabricación de artículos superfluos, en relación con las verdaderas necesidades de la vida, no tuviera esa aplicación y quedara disponible para otros usos, alimentaría la misma cantidad de trabajo, con la diferencia de que, siendo éste reproductivo, tendríamos un aumento considerable de riqueza y una demanda mayor de brazos.

Los agentes de la producción, que están dotados de un gran poder de expansión, recíprocamente se condicionan. La escasez de capital limita la demanda de trabajo, y el aumento de brazos, si no está en consonancia con un desarrollo correlativo del capital, es causa de rápida disminución en los salarios. Por eso el ahorro, con que se forma el capital destinado a la reproducción, ejerce decisiva influencia en la suerte de los trabajadores.

Es, en lo general, objeto de aplauso la esplendidez del magnate, que sostiene numerosos servidores, y consume en plácida indolencia el esmerado producto de centenares de industriales, a la vez que se censura con acritud la codicia del hombre acaudalado, que con minuciosidad se ocupa en la administración de sus bienes y allega grandes cantidades, que confía a la prudente gestión de un banquero, para acrecentar más y más las rentas, al aumento de las cuales consagra todos sus desvelos.

El magnate hace ostentación de sus gastos, que constituyen para cuantos le rodean la base de su subsistencia; el capitalista codicioso vive oscuramente, y entrega sus ahorros al animoso empresario de un ferrocarril, que difunde la vida industrial y comercial en comarcas antes ignoradas. La esplendidez del primero es como vago resplandor que se pierde en la inmensidad del espacio; la codicia del segundo puede ser desagradable en su aspecto exterior, pero entrega a la vida industrial cantidades, que, si hubiesen sido destinadas a goces personales, ningún rastro dejarían; consagradas a la reproducción, dan empleo a muchos brazos, que se ocupan en abrir fuentes de riqueza, y preparan un risueño porvenir.

La virtualidad del ahorro es independiente de las condiciones personales del que ahorra. Lo importante para la sociedad es el aumento de riqueza y su aplicación al desarrollo de la industria y del comercio.

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