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ABLUCIÓN

Del latín ablutio: de ab y luere (lavere, lavare), lavar.

El acto de lavar o laverse. || Acción de purificarse por medio del agua, según ritos de algunas religiones, como la judaica, la mahometana, etc.

ABLUENTES: Se daba en otro tiempo este nombre a los medicamentos acuosos propios para limpiar la piel y aún las mucosas. Los líquidos empleados en las abluciones, lociones y baños y en las inyecciones de limpieza, eran abluentes. Esta palabra es hoy casi inusitada.

* La ablución en la liturgia cristiana
* La ablución en medicina
* Antecedentes históricos de la ablución
* La ablución en la liturgia cristiana
* Ablución del recién nacido
* Ablución de salvajes y bárbaros
* Las abluciones en América
* Las abluciones en Oriente
* Las abluciones en la Biblia
* La ablución entre griegos y romanos
* La ablución religiosa

La ablución en la liturgia cristiana

En el Catolicismo las aspersiones del agua bendita, el lavatorio de pies, el de los altares durante la semana santa, el bautismo…. constituyen otras tantas abluciones de carácter eminentemente religioso. En la ceremonia de la misa se llama ablución al agua y al vino con que el celebrante purifica, así el cáliz como los dedos, después de la comunión. Cuando ha consumido la preciosa sangre, purifica el cáliz; y, en seguida, mientras el cine ayuda la misa derrama, de modo que caigan en el cáliz, agua y vino sobre los dedos grueso e índice que han tocado la sagrada forma, recita el sacerdote en voz baja una oración de ritual. Acto continuo, el sacerdote bebe la ablución, y limpia los labios y el cáliz.

Esta ceremonia atestigua la reverenda con que la Iglesia mira el cuerpo y la sangre de Cristo y su ansiedad por que no se profane la parte más exigua del alimento celestial. Imposible es determinar cuándo se introdujo este rito; pero se dice que el emperador Enrique II, que vivía al principio del siglo xi, acostumbraba cuando oía misa pedir la ablución y tomarla muy devotamente. Esta ablución está citada por Santo Tomás y por Durand. El primero, sin embargo, no da razón para suponer que se consumía por el sacerdote, y el último dice expresamente que la ablución se echaba en un sitio limpio. En las ceremonias de la misa, hay una ablución de las manos después del ofertorio, y dos abluciones después de la comunión; la una con vino, que se pone en el cáliz, y la otra con agua y vino que, derramado sobre los dedos del sacerdote, cae en el cáliz y tiene por objeto arrastrar las partículas consagradas que hubieran podido quedar adheridas a los dedos del celebrante o a las paredes del cáliz. Desde el siglo xii toma el celebrante el agua y el vino de las abluciones; antiguamente eran arrojados a la piscina.

En la liturgia antigua conocíanse tres clases de abluciones. La de la cabeza, capitiluvim, tuvo su origen en España y se practicaba el domingo de Ramos: de España pasó a las Galias. La de los pies, o pediluvium, es mucho más antigua y estuvo más generalizada, practicándose, bien en la forma de pedonipsia, con los viajeros y los huéspedes, bien en la forma de bautismo, con los catecúmenos, bien en la de lavatorio, en conmemoración del que hizo Jesucristo con sus discípulos la noche de la cena. La de las manos, o maniluvium, precedía siempre al sacrificio y data del origen de la Iglesia, siendo común a los griegos, latinos, armenios, maronitas, y en general a todos los pueblos orientales.

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La ablución en medicina

En sentido enteramente material, se usan, como medio terapéutico, las abluciones del agua. La hidroterapia se funda en el uso exclusivo o casi exclusivo del agua, cuya importancia curativa ya fue conocida de los hebreos, los escitas y los medos, y recomendada por Hipócrates, a quien no se ocultaron las propiedades sedativas del agua fría.

La palabra abluente, usada en un principio sólo como calificativo en la significación de limpiador por medio del agua, o bien de otro líquido cualquiera, ha llegado así en medicina a significar cualquier detergente, o sustancia dotada del poder de purificar la sangre (de tergere, frotar, estregar, limpiar, enjuagar, pulimentar).

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Antecedentes históricos de la ablución

Los elementos etimológicos de la palabra ablución revelan el tránsito de su primer significado recto de limpiarnos materialmente de las impurezas tangibles, a la segunda acepción translaticia o simbólica de limpiarnos moralmente de las impurezas invisibles de nuestro ser psíquico.

Los salvajes en las primeras fases de la civilización practicaron materialmente lo que hoy practicamos en símbolo: ellos limpiaban a las personas y a los objetos sumergiéndolos en agua o rociándolos con ella, actos que de ordinario iban acompañados de ceremonias religiosas. Con el tiempo lo material fue desapareciendo, en todo o en parte, y lo moral y espiritual permaneció: proceso muy común en la historia de la humanidad. Calcular viene de calx calcis, cal; porque con pedacitos de mármol contaron los primeros calculadores; hoy el cálculo no necesita de piedrecillas para contar. Lustro que hoy significa espacio de 5 años, viene de lustrum, purificación que cada cinco años, después del censo, hacían de todo el pueblo romano los censores en el campo de Marte; y lustrum mismo viene de lucere, lucir, estar limpio, bruñido, con lustre; de donde lustración, sacrificio purificatorio; o en general, ceremonia por la cual quedaban moralmente limpios de sus crímenes las ciudades, los campos y sus habitantes o sus ejércitos. La misma palabra purificación no conserva hoy más que su significado simbólico, si puras viene de rup fuego, como piensan muchos etimologistas; y, a no ser así, purificar con el agua del bautismo sería una frase sin sentido racional.

Y la prueba más evidente de la significación práctica que tuvieron primitivamente ciertas ceremonias transformadas en símbolo, es que las lustraciones o purificaciones simbólicas se refieren, aún hoy en todos los pueblos, a épocas de la vida en que es necesaria una limpieza material y real. La ablución es un verdadero lavado en su sentido recto, así del recién nacido como de la madre después del parto; y también lo es en el caso del que tocó a un cadáver.

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La ablución en la liturgia cristiana

En Argel, siete días después de un parto, la familia y las amigas de ella son invitadas a una comida, terminada la cual la madre es llevada al baño y el niño con ella; y, si es una niña, música de tambores y sonajas camina alegremente delante del cortejo. La niña de las familias pudientes, ricamente vestida, va llevada en brazos de una negra que marcha en medio de la procesión. Después del baño se verifica una nueva comida, seguida de bailes.

Al día inmediato de un matrimonio en una aldea de Argel, el marido va al baño a ablucionarse todo a cuerpo, como cumple hacerlo en todas ocasiones a los buenos musulmanes, según los preceptos del Corán. Pero la casada permanece siete días sin tomar el baño; porque, dicen los sabios, que está entonces en el paraíso y sin pecado. Mas transcurrido este plazo de ventura, vuelve a quedar obligada a las abluciones legales como todo el mundo.

Las lustraciones de los musulmanes son verdaderas abluciones hechas con agua; y sólo a falta de ésta puede recurrirse a las purificaciones con polvo y arena. Las abluciones musulmanas son parciales unas, totales otras; unas diarias y otras propias de las grandes ceremonias; preceden a la oración y a la comida; siguen al nacimiento, al matrimonio y a la muerte.

Además, muchos legistas distinguidos establecen la obligación de lavar el cuerpo muerto de todo musulmán con agua sin impureza.

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