Cantidad de vapor de agua y ácido carbónico en el aire

Los focos de desprendimiento de vapor de agua son principalmente físicos; la evaporación de las aguas que cubren la superficie de la tierra y la transpiración de muchos tejidos orgánicos, animales y vegetales, suministran mayor cantidad de agua en vapor a la atmósfera que las combustiones de las sustancias hidrogenadas, aunque estas combustiones verificadas en los organismos y fuera de ellos constituyan un manantial considerable.

Conocidas son las causas físicas, (temperatura, superficie y estado higrométrico) que influyen en la rapidez de la evaporación y en la cantidad de liquido que se vaporice; y siendo tan variables estas causas como las que producen, por el contrario, la condensación del vapor bajo la forma líquida, no tiene nada de extraño que las cantidades de vapor de agua varíen también muy notablemente con las localidades, la vegetación, los vientos y las estaciones.

Una cosa análoga sucede con el ácido carbónico. Los focos que hoy principalmente le producen, son la respiración animal y las combustiones que en grandísimo número se llevan a efecto, ya naturalmente, ya por influencia del hombre, en la superficie de la tierra. Como, por otra parte, la respiración vegetal,-sin ser extraña también a la producción de ácido carbónico, en las circunstancias más generales produce su absorción por esas mismas plantas, resulta que las diferencias de la proporción de dicho ácido en la atmósfera, con ser mucho más escaso que los elementos antes estudiados, deberán ser muy varias, porque los elementos de que dependen lo son también; se nota, por ejemplo, cierto aumento en las grandes aglomeraciones urbanas, y, sobre todo, donde a la acumulación de población se une un exceso de calefacción y de alumbrado artificiales, y un gran desarrollo en las industrias en grande escala.

Pero todo el ácido carbónico engendrado por estas causas, no es precisamente absorbido por el mundo vegetal; de suerte, que el equilibrio atmosférico, por lo que a este cuerpo se refiere, no permanece constante.

Contra lo que puede creerse, y aun suele decirse, el ácido carbónico tiende a disminuir en el aire que rodea el globo. Los grandes depósitos de hulla, los fósiles que de otras edades se conservan, la composición de muchos terrenos que forman la costa terrestre, prueban que la proporción de aquel cuerpo en la atmósfera ha sido en otro tiempo mucho más crecida y que ha ido disminuyendo gradualmente.

Es verdad que la combustión de estos depósitos de hulla vuelve a poner en juego grandes cantidades de aquel cuerpo, que hay además verdaderos manantiales geológicos por donde se está escapando continuamente ácido carbónico a la atmósfera, pero no lo es menos, asimismo, que hay lugares en los que se está fijando constantemente una cantidad variable de ácido carbónico para no volverse a desprender más, como sucede, por ejemplo, con ciertos minerales, con los huesos de muchos animales, con las conchas de los moluscos, con las secreciones de pólipos, materiales todos con los cuales se va aumentando el núcleo sólido de nuestro globo en cantidades notables, caminando así, como el animal en el curso de su vida tiende a la mineralización de sus tejidos, a transformarse la tierra en inmenso núcleo sólido, gigantesco esqueleto del ser en donde ahora se mueven y pululan tantos otros llenos de vida.

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